Puedo vivir sin ti, pero no quiero

miércoles, 11 de marzo de 2009

No me eres imprescindible. Los minutos arañan mis horas aunque tú no estés, los cerezos no dejan de florecer por tu ausencia y la carencia de tu voz apenas es perceptible para las cigüeñas que cada año vuelven a anidar en el campanario.
Hay tímidas noches en las que los rincones de mi soledad se escriben cartas de amor, o se intercambian guiños cómplices uniendo unos párpados plagados de telarañas. Su aleteo me desvela y me provoca. Salgo a las estrellas para jugar con una balanza incierta; en un platillo mi corazón embarrado, en el otro un tropezón con la misma piedra.

No me eres indispensable. La sangre sigue corriendo por mis venas aunque tú no la bombees, el lago vuelve a helarse cada invierno aunque tú no lo veas y los surcos de mis manos aumentan sin tú tocarlas.
Los hombros de la cansina madrugada soportan mis esporádicos lamentos y el cuerpo entero duele de pensarte y no encontrarte. Sólo en noches así mi pelo desea el contacto con tu pecho y mis pies buscan el acoplamiento perfecto con los tuyos. Sólo en noches así me fatigo al no hallar tu piel cuando mi mano avanza.

No me eres necesario, pero intuyo que mis ojos tienden a descarrilar sin tu presencia, la careta de carnaval tiembla y desaparece, y mi risa busca desesperada el Santo Grial de tu compañía.