La buena educación

sábado, 7 de marzo de 2009


Esta tarde volvíamos mi hija y yo en coche de un corto viaje. Cerca ya de nuestra casa, en pleno centro urbano, y a quince metros de un paso de peatones, nos hemos topado con un grupo de unas cuatro o cinco chicas, calculo yo que no llegaban ninguna a los 16 años, cruzando tranquilamente la calzada como si un cartel de neón, visible sólo para ellas, las acreditara como dueñas del tráfico. No nos las hemos tragado de milagro. Mi hija, que es la que conducía, ha tenido que frenar y ha tocado el claxon para advertirles que estaban cruzando mal y que podían correr peligro. Una de ellas se ha vuelto hacia nosotras y le ha soltado a mi hija "me cago en tu puta madre". Naturalmente, lo que me ha pedido el cuerpo es salir del coche, agarrarla de los pelos y decirle: mira, bonita, que resulta que yo soy su puta madre, voy a frotarte la lengua con un estropajo de aluminio hasta que aprendas que faltar al respeto a alguien está muy feo.

Pero, claro, ella era una "niña" y yo una adulta, y hoy en día si rozas el mismo aire que respira un menor ya estás coartando su libertad de expresión y pisoteando sus inalterables derechos. Por supuesto, le dejas traumatizado de por vida, pobrecito.

Por desgracia, esto no es un hecho aislado. Hemos pasado de la autoridad más dura a la permisividad más absoluta con los hijos. Muchos adolescentes tienen el nivel de frustración tan bajo que no aceptan un no por respuesta a cualquiera de sus demandas, y que les niegues un móvil nuevo, por ejemplo, desencadena en ellos una agresión, verbal en el mejor de los casos, hacia los padres. Mi hija va camino de 25 años, y ella misma reconoce que "no es normal" lo que se ve un viernes o un sábado cualquiera a las cuatro de la mañana. Críos (porque críos son) de 13 ó 14 años colocados o borrachos todos los fines de semana. Y es ella también la que dice: es que a mí con esa edad no me dejabas salir por la noche.

No estoy diciendo ni mucho menos que todos los adolescentes sean así, conozco muchos niños que son educados, sacan buenas notas y no son unos tiranos ni con sus padres ni con sus compañeros; aunque a algunos de ellos eso les cuesta ser rechazados por los demás. El otro día me contaba un compañero de trabajo que su hija, de 15 años, estaba aislada en la clase simplemente porque levantaba la mano para contestar las preguntas de los profesores.

Me da miedo pensar adonde nos puede llevar la mala educación. Parece una simpleza, pero hay diferencia entre levantar la mano y pedir disculpas por el despiste de cruzar por donde no se debe a encararse con el conductor y decirle: me cago en tu puta madre.

5 comentarios:

Labegue dijo...

Joer, qué miedo!

Podría escribir aquí multitud de razones fundamentadas acerca de lo que nos ha hecho llegar a esta situación, y no tienen nada que ver con lo de "la letra con sangre entra".

Yo he tenido unos padres "permisivos". He salido desde cría, nunca he recibido castigos severos. No he tenido prohibiciones estúpidas, y sin embargo no he salido así. Siempre me han enseñado el respeto a las personas. Y no a los mayores, sino a todos. Creo que es la base.

El otro día pasó algo parecido. 4 menores meando encima de un coche, y un señor que les llama la atención y les pega una paliza de aupa.

Estamos exagerados en todo. Todo nos impresiona, todo tiene demasiada importancia.

Hace unos cuantos meses, decía Mar en su blog, que ella de cría se sabía todos los anuncios de la tele y los recitaba de memoria. Hoy, a un niño que hace eso, le hacen pruebas a ver si es autista.

Creo que estamos demasiado pendientes de ellos para lo innecesario y poco para lo necesario. Por ejemplo, cuando había comidas familiares en mi casa, los niños comíamos en una mesa de niños, apartados. Mi abuela siempre decía: los críos se animan a comer entre ellos. Ahora los niños son el centro de la mesa. El centro de la vida.

Niños que con 5 años no saben ponerse un pantalón, cuando son totalmente capaces (mi hija se viste sola desde los 2 años, un día se le olvidó ponerse bragas para ir al cole, y fue sin ellas, y lo único que me dijeron sus profesoras era lo que se habían reído con la situación). Con esto quiero decir, que no les dejamos crecer. Asumir responsabilidades. Y el respeto y asumir sus propias responsabilidades son fundamentales.

Por otra parte estamos muy poco pendientes de ellos para otras cosas. Por ejemplo. Hablar con ellos. Pensamos que son demasiado pequeños para todo. Hoy, cuando he acostado a mis hijos, ha surgido el tema de casarse, y de los embarazos (temas candentes ahora en la familia). Y a pesar de sus 5 y 3 años escuchaban con atención, opinaban, preguntaban, etc. Y lo entendían.

Yo tengo miedo porque no sé si lo estoy haciendo bien, a pesar de que lo intento. Pero ya se sabe, trabajo, preocupaciones, etc, hacen que andemos cansados y con poco tiempo para ellos. Sólo para vestirles, lavarles y darles de comer, y como dice el refrán: no sólo de pan vive el hombre.

Menuda chapa te he metido, seguiría, pero ya si eso, lo dejo para otro día.

Hala! Que no te mando un beso que ya te los he dado hoy en directo.

Labegue dijo...

Al releer me doy cueta: los menores le pegaron la paliza al señor. Aclaro

Anónimo dijo...

hola Seda, esto que cuentas es un fenómeno mundial. Lo mismo pasa en Brasil y en Argentina. Estoy totalmente de acuerdo con lo que escribes al igual que Ana. Nos hemos ido de un extremo al otro y los chicos han perdido la noción de los límites y al no dejarlos enfrentarse a las frustraciones de la vida no maduran y creen que se pueden llevar el mundo por delante. Además esto no los hace felices, al contrario, la falta de límites y de contención los deja perdidos y yo creo que ese es uno de los motivos que beban de esa manera y sean tan violentos por momentos.

Los límites tambien es amor y cuidado. Es amor dejar que nuestros hijos maduren y creen sus propias alas enseñandoles que sus derechos terminan donde empiezan los de los otros.

En fin, no sé explicarme tan bien como vosotras pero me identifico con sus palabras.

Un beso a las dos

Anónimo dijo...

Estoy tan de acuerdo con vosotras que me habéis dejado sin palabras...

Besos a repartir

Anónimo dijo...

a mi hija la castigaron por negarse a darle un beso a un profesor la pusieron al final de la clase en un rincon para que todos se rieran de ella.