Los jueves, Sabina (VIII)

jueves, 19 de marzo de 2009

(Para Carpo y los demás cotillas, digoooo... interesados)

Siete de la tarde. Llegada de Ana y una servidora al teatro Principal. Teníamos tres entradas y sólo éramos dos (al tercero en discordia le entró miedo escénico, aunque él lo llamó exceso de curro) así que urgía hacer algo. Nos ponemos en la cola de las entradas y cuando llega nuestro turno le cuento toda desconsolada a la taquillera que somos pobres y que a ver si hacía el favor de devolvernos el importe de la que nos sobraba. Me dice que verdes las han segao, que la intente vender por ahí. Pronta y bien mandada digo en voz alta...¿alguien va soloooo? Un fornido muchachote me contesta enseguida...¡yo,yo! Pues toma, majo, te ha tocado la lotería, asiento de primera fila al lado de dos encantadoras mujeres. El chaval en cuestión se llamaba Dani y nos contamos cuarto y mitad de nuestra vida antes de que empezara el evento. Miradas furtivas al escote de Ana, que le pillaba más lejos.

Se apagan las luces, del escenario sale humo (no, no se estaba incendiando el teatro) y salen los protagonistas. "Somos los músicos de Sabina" dice Pancho Varona, y nos presenta a los demás uno por uno. Empiezan a tocar...¡y de qué manera! la acústica es genial y ellos son verdaderos artistas. Ana y yo cantamos y damos palmas en todas y cada una de las canciones que van desgranando. Dani no se sabe ninguna.
Salen artistas invitados. Joaquin Carbonell, a cuyos conciertos yo iba con 15 años. Labordeta, entrañable, el único de todos los que subieron al escenario que no cantó una canción de Sabina, sino suya. Genio y figura...
Se disculpó diciendo que no había sido capaz de aprenderse la letra de ninguna, y que estaba nervioso porque desde Septiembre no había cantado en público. Lo que dijo exactamente fue... desde....desde...desde que tuvimos esto que tuvimos en Zaragoza (se refería a la Expo, pero no le salía) Risas en el auditorio y aplausos enfervorizados al terminar su canción.
Van subiendo a cantar gente del público, los que se habían apuntado con anterioridad para hacerlo. Cuando llegamos nosotras sólo quedaba una canción, que fue adjudicada a Ana. Para mí ya no llegaron, una verdadera lástima jiji.
Una tras otra van sonando Caballo de cartón, Princesa, A la orilla de la chimenea, Contigo (en versión rumbera y en versión seria), Llueve sobre mojado, El boulevar de los sueños rotos, Pongamos que hablo de Madrid, Quién me ha robado el mes de abril, Princesa, Noches de boda, Nos sobran los motivos, Medias negras, y seguro que me dejo bastantes más.
Finalmente llaman a Ana, que va a cantar "Conductores suicidas". Sale al escenario como si lo hiciese todos los días, yo empiezo a grabarla con la cámara y ella se desenvuelve como pez en el agua. Fantástica.

Después de ella...el apoteósico final. Van a cantar "Y nos dieron las diez" y animan a subir a cantarla a todo el que quiera. Suben 30 personas de golpe y todo el teatro en pleno la cantamos también.
Finaliza el concierto, que ha durado dos horas, y que a mí se me han pasado en un suspiro. Tengo dentro una mezcla de inquietud, alegría, pasmo, euforia y notas musicales que me acompañará el resto de la noche.
Entramos a los camerinos y Ana me presenta a Pancho Varona, a Antonio García de Diego (el que toca la guitarra magistralmente en el video que he puesto), a Jaime Asúa (pedazo de voz la suya), a Carbonell, al resto de músicos, al promotor, al mánager, y a la señora de la limpieza porque no estaba, que sino...también. No espero que lo entendáis, pero yo me encuentro en una nube. Pancho me besa y me habla como si fuéramos viejos amigos, Carbonell y yo hablamos de los viejos tiempos, y todo es tan nuevo y tan excitante para mí que no termino de creérmelo.
Dejamos que se vayan al hotel y nosotras nos vamos a cenar algo con amigos de Ana. Hemos quedado después con ellos para tomar unas copas.
Una vez sentados en un coqueto pub hablamos de canciones, de giras, de composiciones, y por supuesto hablamos de Sabina como si fuera el vecino de arriba. Increíble. Transcurre la noche y algunos se van retirando, fruto del cansancio. Antes de que se vaya, le pido a Pancho que se haga una foto conmigo y accede encantado. En realidad, es que él es un encanto de hombre. Me abraza, me besa, y se despide de mí como lo hacen dos viejos amigos.

Al principio de la noche éramos unas veinte personas, al cabo de unas horas únicamente quedamos el mánager, Ana y yo cerrando los bares. Ya en casa, charla de lo vivido, visionado del video y a la cama. Hemos dormido tres horas, estoy agotada y ojerosa y sé que no soy la única, pero ha merecido la pena, sin dudarlo.

Hoy.... Conductores suicidas (en honor de Ana, que me ha hecho disfrutar de una noche mágica e inolvidable)

En esta ocasión no hay papelito con frase destacada, porque todo lo destacable está ya escrito.