Vacaciones en Octubre (III parte)

martes, 27 de octubre de 2009


Las gaviotas se han acostumbrado a llegar a la playa antes del atardecer para recoger los restos de comida que dejaron desperdigados los descuidados turistas. Las contemplo durante un buen rato sentada en las escaleras de acceso mientras noto que el cielo se va poniendo más y más gris, presagio de lo que después vendrá. Llego al hotel justo cuando empiezan a caer las primeras gotas, que se convierten más adelante en un verdadero temporal. El viento sopla fuerte y golpea el toldo rítmicamente contra la pared, y tal parece un insistente viajero que llamase a la puerta. Las palmeras del paseo intentan resistirse pero acaban rindiéndose, casi como estoy a punto de rendirme yo.




La lluvia en mi ventana me arrulla durante la mayor parte de la noche y duermo poco y mal, pero cierto es que después de la tempestad siempre viene la calma y como la mañana amanece resplandeciente decido visitar Sanlúcar de Barrameda, que según leo tiene el dudoso honor de ser la población española con menor renta per cápita, pero que a mí me enamora desde que la piso. Aquí se junta el río Guadalquivir con el Atlántico y yo no quiero perderme ese encuentro, subo y bajo cuestas del casco viejo de la población, entro en el mercado de abastos y curioseo entre los puestos de pescados y frutas y verduras, y visito el Ayuntamiento, que antiguamente fue la residencia veraniega de los duques de Montpensier y cuyos impresionantes jardines están abiertos al público. No me lo pienso dos veces y me adentro en ese laberinto de cocoteros, dragos, ficus gigantescos y abundante vegetación. En mi solitario paseo dejo volar mi imaginación y casi me parece ver a los duques cogidos del brazo comentando la fiesta que darán a la semana siguiente.


Cuando me quiero dar cuenta llevo cinco horas seguidas caminando y mis rodillas y sobretodo mi estómago comienzan a protestar. Entro en un restaurante situado en una estrecha callejuela y un camarero jovencito me recita lo que tienen de menú. Elijo fideos con gambas y chocos con ensalada y cuando termino le comento al chaval lo bueno que estaba todo. Un par de horas más tarde subo al autobús que me lleva de vuelta y nada más sentarme en mi asiento se escucha a Pablo Milanés diciendo que no le pide que le baje una estrella azul, y aunque no quiero, una terca lágrima termina haciendo su camino. Estoy cansada, pero contenta. Además, en la habitación del hotel tengo a los diecisiete Aurelianos Buendía con la cruz de ceniza en la frente y no puedo hacerles esperar.

3 comentarios:

sauce dijo...

Eso, eso... sigue...

Olivia dijo...

Que lindo suena ese lugar... Una pregunta, ¿son realmente cocoteros? ¿Hay cocoteros en España?

viajé gracias a tus relatos y por un momento me sentí allí.

Besazos

Seda dijo...

Oli, que yo sepa, el único sitio en el que crecen cocoteros en España es en las Islas Canarias, porque el clima es el idóneo. En otras zonas también cálidas pues supongo que los plantan.
Desde luego en mi tierra ni pensar en cocoteros.

Besos tb para ti, preciosa.