Un puente en Pijolandia

martes, 13 de octubre de 2009

Este puente del Pilar lo he pasado en un hotel de cinco estrellas lujo. Yo nunca había pasado de las tres, estrellas, quiero decir, así que en mi ignorancia hoteril supuse que cinco estrellas lujo quiere decir la leche en bicicleta y cuando una amiga me propuso el planazo de acompañarla estos días en Valencia, a gastos pagados, me faltó tiempo para decir... sí, sí, sí, sí. Que como dije el otro día soy imbécil pero no tonta.
El hotelito en cuestión es el Sidi Saler. Os lo digo por si os apeteciera o apeteciese la experiencia. Claro, que para eso primero tienes que encontrarlo. El Sidi Saler está donde Cristo dio las siete voces, allá en la lejanía. Ellos lo publicitan de otra forma mucho más acorde con las estrellas: en medio de la Albufera, yo diría: en medio de la nada. No hay carteles indicadores hasta que te hallas a cien metros y cuando ya has pasado veinte veces por la misma rotonda y le has preguntado hasta al grillo que retoza en los arrozales, resulta que tienes que meterte por una opción que nada tiene que ver con el nombre. O sea, es como si tú quieres ir a Aranjuez y en la carretera te da cuatro opciones: a Villafoca de Abajo, a Pitita de la Sierra, a Ventanales y a Cualquierasabe de la Cañada. Pito pito gorgorito, dónde vas tú, tan bonito.
Una vez que la mamá del grillo te dice que tienes que ir por Ventanales ( y supongo yo que la pobre grilla estará hasta las antenas de los huéspedes del Sidi Saler) tienes que ir a diez por hora por esa carretera porque si vas a veinte te pasas el desvío al hotel y otra vez a empezar.
Entras en el hotel y, efectivamente, parece de lujo. Mucho sofá de piel, una recepción enorme (y un recepcionista con una cara de amargao que no disimulaba), espejos y pianos y mármoles y plantas gigantescas. A primera vista veo que el acceso para minusválidos se lo pasan por el Arco del Triunfo: escaleras para llegar a los ascensores y escaleras para ir al comedor. Mucha tarjeta electrónica y mucha historia para llegar a la habitación y encontrarte con el decorado de la serie de televisión "Cuéntame" . Moqueta gastadísima en el suelo, con lo antihigiénica que es, puertas interiores pintadas de blanco de cuando yo moceaba, una televisión a la que sólo le faltaban las antenas, unas cortinas que si las ve Ágata Ruiz de la Prada le da un desmayo por horrorosas, una cama de matrimonio normal y corriente y una ducha fija en la pared a una altura de más o menos 1.70, que debía ser el tamaño extra largo cuando Franco inauguró el hotel, o sea, que yo creo que aproximadamente la mitad de la población tiene que ducharse encogido. El mini bar cargadito de rones, güisquises y demás, pero ni un cubito de hielo. Hala, a palo seco. Aunque como el interior de la neverita estaba a temperatura ambiente ¿para qué quieres el hielo si se te va a deshacer en un pispas? han pensado en todo, no creáis.
Eso sí, salí a la terraza y se me olvidó todo. Allí delante el mar, todito a mi disposición. Bueno, todito no, el trozo que se veía entre esquina y esquina del edificio, pero no me quejé, porque nosotras estábamos en el tercer piso y podía haber sido peor, podía habernos tocado el primero, que lo único que supongo que verían cuando salieran a la terraza sería la palmera de enfrente. Había también una piscina cubierta (que no ví) y otra al exterior (que sí ví) En esta última, un wenorro con pantaloncito blanco y camiseta roja coloca las hamacas cada mañana. En la camiseta se leía: piscinero (juro por Dolce y Gabana que ponía piscinero)
Eso sí, si quieres hamaca...paga, si quieres un periódico... paga, si quieres ver en la televisión alguna cadena más aparte de las habituales...paga, si quieres tener acceso a internet...paga, si quieres una botella de agua de 33 cl... paga ¡3.90 euros! y si quieres el desayuno buffett... paga ¡19 euros! De todo esto no quise nada. Ni de nada que tuviese que ver con el SPA, la manicura, la pedicura, la peluquería, los masajes con chocolate, con piedras calientes, con vino, con arroz o con gazpacho.
No me entendáis mal y penséis que me quejo de todo, como he dicho al principio no había estado nunca en un hotel de cinco estrellas, pero es que me he venido con la sensación de que ahora tampoco, excepto por los precios. Un hotel en el que te cuesta dormir 120 euros la noche en temporada baja (no quiero saber lo que costará en julio y agosto) digo yo que tendría que adecuar la estancia a ese dineral ¿no?
La última noche cometimos el error de ir a cenar al restaurante del hotel, porque habíamos estado todo el día trajinando por la Ciudad de las Artes y las Ciencias y estábamos reventadas ( y cualquiera se arriesgaba a tener que preguntar de noche a mamá grilla) Una pasada de restaurante, con un piano de cola en el centro y toda la pesca. Me puse a leer la carta y por un momento dudé de que estuviese escrita en español. Todos los platos ocupaban tres líneas. Así que pedí lo único que entendí y no me dio asco al leerlo: rape (bueno, rape con tres líneas más de gilipolladas varias) El super camarero divino de la muerte me trajo el plato tapado con una pichorra de esas altas que salen en las películas de lores ingleses y que no tengo ni idea de cómo se llama. Total, para descubrir dos trozos minúsculos de rape con una cucharada de espinacas, un montoncito de arroz verde (que supuse que habían cocido en el agua de cocer las espinacas) y media cebolla cocida. Olé y olé la nouvelle cuisine. Me comí el rape y dejé todo lo demás. Para el postre le pedí algo que no tuviese chocolate y me dijo: ¿sin chocolate? ah, sí, tenemos una sopa de lichis ( y diez palabras más) Mmmmm... es igual, déjelo, no quiero postre. Mi amiga firmó la cuenta y no quise saber lo que había costado semejante mamarrachez de cena.
Sólo le he encontrado dos cosas buenas al Sidi Saler. La primera, que sales por la puerta de la piscina (echando una mirada de reojo al piscinero) y pisas la arena de una playa casi desierta, la segunda y mucho, pero mucho más importante, que he podido disfrutar día y noche de mi amiga, a la que veo de ciento al viento.
Se ve que no estoy hecha para millonaria.

4 comentarios:

Luji dijo...

Dios, en su infinita sabiduría, te ha dado hija... y no nuera XD

Un gustazo tenerte de vuelta XXX

Seda dijo...

Possssss...no sé muy bien a qué viene eso, aunque supongo que será por criticar a la nuera ¿o no?

El otro día pensaba yo que me encantaría ser criticadora de hoteles (que no crítica)

Pero vamos, que no, que no me gustó el Sidi Saler ( como hotel de tres estrellas está bien, claro)

sauce dijo...

Amos que donde esté un hotelito con encanto...;)

Olinda dijo...

Yo tampoco nací para ser millonaria. Nunca me han gustado lugares así y por lo visto este tenía muy mal gusto. Lo de la comida me lo imagino tán bien....mucho plato y poco alimento....jajajaja.

Lo que sí, viste el mar