Recuento

martes, 17 de agosto de 2010

Durante estos cuatro días que han durado las fiestas de mi pueblo...
Páginas leídas: 382 (ya me he terminado el sexto)
Horas intentando dormir sin conseguirlo: por lo menos 30
Conversaciones telefónicas de madrugada: 3
Dedos rotos de mi hija: 2 (el corazón y el anular de la mano derecha, para ser exactos)
Comidas sanas a base de patatas bravas, torreznos, ensaladillas rusas y demás: Todas
Bebidas alcohólicas: 1
Dinero gastado: ni un euro
Veces que escuché en los bares a Shakira con el WakaWaka: 13
Negros que se me acercaron a venderme sombreros o gafas: 17
Fotografías realizadas por mi madre cortándome la cabeza: 2 (y mira que es difícil con una digital)
Veces que he visto a Manolo el del Bombo dándole al idem: 7
Besos castos repartidos a parientes y amigos: 22
De los otros: Cero patatero, oiga
Estornudos debidos al cambio climático tirando a frío: 11
Lavadoras matutinas puestas con la ropa de mi hija: 4
Veces que me he acordado de la madre que parió a los de las charangas: Incontables
Vamos, que me lo he pasado bien.

No puedo parar

lunes, 9 de agosto de 2010

Debería haberlo sabido. En mi descargo sólo puedo decir lo mismo que el escorpión: es mi naturaleza.

Hace unos meses una amiga me regaló cuatro libros de una misma saga: La hermandad de la daga negra. A ella le gusta mucho este tipo de literatura, a saber: vampiros, muertos vivientes y demás pobladores del submundo. A mí no me entusiasma, la verdad. Los tuve descansando en la estantería de mi viejo librero semanas y semanas, por una parte por lo dicho anteriormente y por otra parte porque me conozco y supuse que si leía el primero y me gustaba ya no podría parar.
Una tarde plomiza de domingo me encontraba tumbada en el sofá de mi salón mirando el techo, navegando entre galeones repletos de recuerdos imposibles y a punto de gritar ¡al abordaje! y convertirme en la filibustera mayor de la nostalgia. Entre cañonazo y cañonazo mis ojos se encontraron con los libros. Venga, me dije, peor que la película de piratas que te estás montando no puede ser. Y cogí el primero de la saga: Amante Oscuro.
Y ahí empezó mi perdición.

Devoré literalmente los cuatro títulos, después del Oscuro vino el Eterno, luego el Despierto y por último el Confeso. Antes de que se me acabara éste ya había ido a la librería a comprar el siguiente. Mi gozo en un pozo, no lo tenían. Así que encargué el quinto y el sexto mientras alargaba todo lo que podía el final del cuarto intentando evitar el "mono" que yo misma me vaticiné. Cuatro veces, cuatro, fui a la librería a preguntar por mis hermanos de la daga negra, unos vampiros que tan pronto daban buena cuenta de media docena de restrictores (seres sin alma dedicados a su caza) como le echaban media docena de polvos seguidos a su amor.
El viernes por la tarde llegaron por fin y hace un par de horas he terminado de leer el quinto, el Amante Desatado, y ya estoy deseando empezar el siguiente, el Amante Consagrado. O sea, que estoy enganchada totalmente. Mi naturaleza, como decía al principio.

Y me da por pensar lo bonito y lo fácil que sería en nuestro mundo tener algunas de las ventajas de ser vampiro. Desprender un olor especial y característico cuando se está enamorado, por ejemplo. Te quiero, te amo, eres la mujer de mi vida...¿ein? anda, embustero, si no hueles a nada. No me digáis que no sería cómodo.

Lo malo es que hay tres libros más en la saga pero no están traducidos todavía, según me ha dicho el librero.

Y no sé si voy a ser capaz de aguantarlo.