Es él

miércoles, 24 de febrero de 2010

Es él. No necesito abrir los ojos para saberlo. Me lo dicen las mariposas que juegan a la comba dentro de mi estómago. Fuera de mi cuerpo los carámbanos cuelgan de los aleros de las casas y el sol dormita aburrido en su hamaca esperando tiempos mejores. Siento pena por los que tienen frío. A mí me basta con intuirle a mi lado y mi alma se quita la bufanda. Escucho sus pisadas acercándose a mi deseo aun cuando no ha entrado en el portal. Permanezco sin respirar durante unos segundos, para percibir mejor los latidos acelerados de mi corazón que se apresuran cada vez más ante su inminente presencia. Cuando llega trae consigo tanta luz que las farolas de la calle parecen cerillas a punto de agotarse y todo el mundo, menos nosotros, se pregunta qué es lo que provoca semejante fenómeno todos los días a la misma hora.

Es él. No necesito cerrar los ojos para saberlo. Si acerca su cabeza a la mía puedo notar que nuestros pulsos marchan al unísono como dos patinadores haciendo cabriolas. Cada caricia es nueva, cada beso reciente, cada vez que me ama es la primera. Lleno un vaso con sus miradas y me lo bebo despacito sentada en el crepúsculo; paladeo cada una de sus pestañas, infinitas y morenas, y paseo el dedo por el borde para evitar que se me escape una sola de sus intenciones. Mi soledad se fuga entre sus brazos como el humo por la chimenea y abarco la trémula luna con mis manos. Mira mis labios y las campanas suenan a júbilo, siente mi boca y se desposan todas las gaviotas, pronuncia mi nombre y se derriten las ventanas, acaricia mi nuca y explota el universo. Y es por eso que reinvento la ternura cada amanecer. Y es por eso que hasta el hueco de mis clavículas siente amor por él.

¡Orgía!

domingo, 21 de febrero de 2010

Pues con esto y un bizcocho... empate a ocho. Menos mal que no hemos empatado a cinco, porque la rima sería otra. Así que el fin de semana de roce nos ha correspondido por igual a los cuatro concursantes. Y todos al rebullón de peras y manzanas, que un día es un día.

Dado el enorme interés suscitado tanto en la concurrencia de escritos como en la de votaciones, quizás para la entrada de la primavera me decido a proponer otro concurso. O tal vez no se me vuelva a ocurrir en la vida. Me encuentro ante esa dicotomía (soñaba con que llegase el día en el que pudiese meter esa palabra en algún escrito)

Lo dicho, gracias a los que perdieron su vergüenza escribiendo, a los que votaron (incluso a los que no se terminaban de decidir con su voto) y al público lector en general.

¡¡¡Pedrooooooooo!!!

No es él

domingo, 14 de febrero de 2010

No es él. No necesita abrir los ojos para saberlo. A veces la soledad se enciende dentro de ella como si las tripas dispusieran de un interruptor. Entonces un pequeño ejército de soldados luminosos se desparrama por todo su cuerpo en un demente afán de conquista. Cuando llegan a la garganta empieza a echarlo de menos. No hay límite de tiempo para esa invasión, puede durar segundos o días enteros. Intenta esquivar esa desagradable sensación ocupándose en las tareas más inverosímiles: sacar punta a todos los lapiceros, ordenar los alimentos de su despensa por orden alfabético, aprender a escribir con la mano izquierda, contar gotas de agua o poner nombre a las estrellas.

Los besos que reparte huelen a desesperación y a careta recién pintada, pero cumplen su función, desentumecerle el alma. Sólo aferrándose a otro cuerpo consigue expulsar a los malditos espectros que habitan en su impuesto resplandor. Acumula sudores que repartirá en tanta noche desabrigada y recolecta sonidos que colocará en sus zapatos más adelante.

No es él. No necesita cerrar los ojos para saberlo. Asoma a su cielo una realidad imposible de digerir mientras un sinfín de síes desfila por su boca. Y es por eso que flota el deseo de ser amada en el vacío de sus huesos. Y es por eso que elige el día de los enamorados para hacer transparente su ausencia salvándose del acecho de su nombre.

Últimas horas

sábado, 13 de febrero de 2010

El siguiente escrito me lo ha mandado por correo alguien que prefiere permanecer en el anonimato. En el anonimato para vosotros, claro, que yo sí lo sé.
Hasta ahora sólo estamos inscritos cuatro en el concurso. Menudo poder de convocatoria el mío. Y eso que los premios son jugosos.
El relato de Labegue lo podéis leer aquí (pincha en el "aquí")
El relato de Aureliano lo podéis leer aquí (pincha en el "aquí")
El mío lo colgaré esta noche cuando sea oficialmente San Valentín.
Y por último se pondrá la encuestilla que requiere todo concurso de pro.

Bueno, os dejo con...

UNA DE ARENA Y OTRA DE CAL

Siempre pensé que era una tontería
Anidar esperanzas en una rosa sin espinas.
Nunca deseé palabras especiales en este día

Vuelan las mentiras entre lazos y sonrisas
Ahora que el corazón siente tanto frío.
Lentamente se duermen los recuerdos
Entre silencios que se esconden del ayer.
No digas nada, no hace falta
Tienes el don de hablar sin palabras,
Incluso me extrañaría que tus besos
No ignoraran mis labios al besar

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Sólo necesito una mirada
Aunque sea en sueños mientras duermes.
Nada termina siendo todo en ti...

Viento que susurra en mi oído
Alas que me ayudan a volar
Luz que borra mi miedo a las sombras...
Entre tu yo y mi locura
No se asoma ningún abismo.
Te reflejas en mi corazón
Incluso cuando no estás.
No es esto amor?

Flipo con los hombres

viernes, 12 de febrero de 2010

-Ya le he pedido perdón al Señor, y me ha perdonado. Ahora sólo me falta que me perdones tú.
Quien así me hablaba esta mañana es un tipo que intentó conmigo hace unos meses un acercamiento carnal (expresión muy acorde con la conversación) y hoy se mostraba arrepentidísimo.
-¿Ein?
-Sí, fuiste una tremenda tentación, y la carne es débil, y por los pecados de la carne vienen muchos de los males
Toda la vida pensando que era una mujer del montón y mire usted por donde resulta que soy la encarnación del demoño.
-He estado hablando mucho con el Señor durante este tiempo y lo único que puedo hacer es pedirte perdón por lo que pasó.
-Que sí, hombre, que sí, que te perdono. ¿Estás tranquilo ya?
-Si, ¿y tú?
-¿Yo? yo no estaba intranquila
-Además ya no vamos a volver a vernos, y si nos vemos...no va a pasar nada
-¿Seguro?
-Seguro, me ha costado mucho pero ahora estoy en paz con mi corazón y con el Señor.
-Pues nada, tu paz es lo más importante
-Entonces...¿te puedo llamar alguna vez como amigo, para preguntarte por tu familia y para saber cómo estás?
-Hombre, mientras no quieras evangelizarme...

A ver, que alguien me explique por qué atraigo a los tipos más raros del país. ¿Es que no hay hombres normales?

Los jueves, Sabina (XL)

jueves, 11 de febrero de 2010

¿Es cierto eso de que la suerte de la fea la guapa la desea? ¿Qué opináis?

Dedicada a un par de zetas, a las que les debía esta canción hace tiempo.

I Concurso valentiniano

martes, 9 de febrero de 2010

No tengo chistera pero sí manga, así que acabo de sacarme de ella un concurso.

BASES:

1.- Podrá participar todo ente, ser, cachivache o chimichurri que respire y le apetezca, con un relato original y autonómico.
2.- El tema obligatorio será "San Valentín" (es problema de cada autor el tirarlo por un barranco o sentarlo en una nube con los pies colgando)
3.- No existe extensión prefijada para el relato. Puede ser extensible, extenuante o exiguo.
4.- El día 14 de febrero, de ahora en adelante el día de marras, los participantes en este concurso colgarán en sus blogs sus creaciones. Eso si tienen blogs, que diría Pero Grullo. Los que no tengan pueden hacerme llegar a la dirección que está a mi derecha (y a la de todos, creo) sus cuentos, relatos, chascarrillos o como sea que lo llame cada cual, y serán colgados en éste.
5.- El día de marras haremos una romería blogera y la muchedumbre podrá opinar sobre la tremenda calidad de los escritos.
6.- Se establecen dos premios, a saber:
  • Un fin de semana con derecho a roce con Georges papacito Clooney (el verdadero, no un tal Aureliano, que lo va suplantado por ahí)
  • Un fin de semana con derecho a roce con Angelina mamacita Jolie

(No es obligatorio que los premios sean disfrutados pera con pera y manzana con manzana. En este blog no somos frutafóbicos)

Como colofón, advertir a todos aquellos que se inscriban al concurso y tengan previsto salir de cena la noche anterior al día de marras, que sean previsores y dejen preparados los relatos por lo que pudiera pasar.

Una librería con alma

lunes, 8 de febrero de 2010

Me llama la atención el escaparate de esta librería. Tules violetas y amarillos tapizan el lugar en el que descansan los volúmenes, tapándolos parcialmente. Diríase que los libros descansan arropados, en un duermevela feliz, esperando que llegue el momento en que alguien los tome entre sus manos. En los laterales, redes de pesca de color dorado caen armoniosamente sosteniendo manuscritos en algunos de sus agujeros. La puerta para acceder al interior no es menos asombrosa puesto que está formada por dos enormes hojas de madera labrada imitando un libro abierto. Empujo una de ellas pero no se mueve ni un milímetro, pruebo con la otra con el mismo resultado, y cuando estoy a punto de desistir descubro dos pequeñas oquedades y comprendo que han sido provocadas con el fin de apoyar las manos. Así lo hago y la puerta reacciona al contacto como la piel al frío abriéndose sin prisas, torturándome, dejándome apenas vislumbrar lo que esconde.

El suelo es de baldosas hidráulicas y tal parece, de tanto como brilla, que pie alguno haya acariciado su superficie desde hace tiempo. Las baldosas forman en el centro un dibujo que inmediatamente reconozco como un pentáculo, una estrella de cinco puntas rodeada de un círculo. Recuerdo haber leído en algún sitio que cuatro de sus puntas representan los cuatro elementos: Aire, Agua, Tierra y Fuego, y la punta superior de la estrella simboliza lo eterno, el alma por así decirlo. Y alma es lo que tiene esta librería, cada vez estoy más convencida.

Es un espacio amplio y despejado, no hay mesas cargadas de ejemplares mostrando los últimos libros aparecidos en el mercado, ni carteles anunciando rebajas, ni nada que entorpezca el paso ni distraiga la mirada. A ambos lados hay sendos mostradores macizos de madera, yo juraría que es caoba, que culminan apoyados en garras de león labradas. En una esquina hay una magnífica escalera de caracol, de un negro azulado. La barandilla es de forja y está formada por barrotes verticales de cuyas bases nacen minúsculas flores de pétalos cerrados. Al iniciar la subida descubro lo que parece ser una letra P grabada en el primer peldaño y mientras sigo ascendiendo voy anotando mentalmente cada una de las letras que me voy encontrando. La escalera desemboca en un pasillo angosto que se bifurca más adelante en varias salas comunicadas entre sí por unos arcos de piedra. No hay más luz que la que se filtra desde el techo mediante distintas claraboyas de cristales irisados y que confiere a las estancias un sabor como de balneario decimonónico. Aquí el suelo es de madera y se queja a cada paso que doy, como doliéndose de que alguien interrumpa su silente reposo. Las paredes rebosan palabras perfectamente resguardadas dentro de sus carcasas, formando admirables hileras de pensamientos que sus propietarios decidieron un día compartir. Sin reparar demasiado en los títulos alargo mi mano hacia uno de los libros más cercanos y acaricio su lomo antes de abrirlo. Percibo su inconfundible olor y me zambullo dentro de él.

Algo roza mi hombro al cabo de unos minutos, aunque me declaro incapaz de aventurar el tiempo que llevo leyendo. Quizás ha sido el sol que avanza y cuyo calor confundo con contacto. Vuelvo al libro y se repite la sensación, esta vez en la nuca, como si unos dedos invisibles levantasen mi pelo. Percibo un aliento cerca de mi oreja, casi un susurro, y un penetrante olor a violetas invade la habitación. O solamente soy yo la invadida, no podría asegurarlo. Giro la cabeza sabiendo que no voy a encontrar nada detrás de mí y sin embargo percibo que no estoy sola. Noto una pequeña presión en mis párpados y entiendo que quiere que cierre los ojos. La sangre se agolpa en mis sienes y mi pecho sube y baja al compás del ritmo marcado por sus inexistentes latidos. Noto mi piel arder y palpitar mis entrañas. El libro cae de mis manos a cámara lenta y se estrella contra la tarima en el mismo momento en el que mi interior explota.
Cuando abro los ojos la librería es un bullicioso lugar, con personas de todas las edades consultando libros y hablando entre ellas. No hay claraboyas, sino unas modernas lámparas en el techo que llenan el habitáculo de luz artificial. Hasta que no salgo de allí no recuerdo la frase que compuse uniendo las letras de los peldaños de la escalera de caracol. Pobre de aquel que no sueña.

Divagando, que es gerundio

martes, 2 de febrero de 2010

Antes de que una lectora de este blog caiga redonda muerta matada a causa de los efectos de oviovaísmo, y que por consiguiente la losa implacable de la culpabilidad caiga sobre mí y haga añicos mi rebuenismo emocional, me decido a escribir una nueva entrada.

Podría escribir sobre la honda, pero que muy honda, satisfacción que me produce saber que si sale adelante esa especie de proyecto que tiene en mente el gobierno, voy a tener que estar dando el callo hasta los 67 años. Ya me parecían excesivos los 65 para poderme dar el lujo de irme a vivir de las rentas a la orilla del mar con un wenorro cincuentón, así que ahora ando toda estresada pensando que tendrán que ser dos años más. Y yo no es que entienda mucho de economía, pero a ver... si tenemos cuatro millones de parados, que se dice pronto, no creo que bajar este número pase porque los que tenemos trabajo sigamos en él hasta el infinito y más allá.

Podría escribir sobre la bienhallada SGAE, con la que llevo batallando seis días ¡seis! a base de teléfono, fax y correo electrónico (que sólo me ha faltado el tam-tam) porque se empeñan en cobrarme algo que se pagó en su momento y que no hay manera de que lo encuentren. Prometo seguir informando sobre estos golfos apandadores.

Podría escribir sobre Caroline, una pacífica a la par que ardorosa ama de casa británica, a la que han condenado a ocho semanas de cárcel por hacer caso omiso a todas las amonestaciones anteriores que la requerían para que gritase más bajito al hacer uso del matrimonio. Todo el barrio de la buena mujer cree que están asesinando a alguien cada vez que ella pone los ojos en blanco y hasta se personó en la casa de un vecino un empleado del ayuntamiento para medir los gritos. El resultado de la medición arrojó la increíble cifra de 47 decibelios. Caroline, toda ofendida por lo que considera un ataque a su intimidad (una intimidad compartida con el vecindario al completo, eso sí) dijo que no iba a dejar de gritar y que lo único que podía hacer era fornicar por la mañana en lugar de por la noche, para así molestar menos.

Podría escribir sobre el día en el que por fin pueda estar en la puerta de llegadas internacionales del aeropuerto de Madrid, con el corazón desbocado y la sonrisa en mis brazos, los mismos brazos que llevan años ensayando aferrarse a su cuerpo. Desvelarnos hablando pendejadas, reirnos como si se acabara el mundo, mirar cómo trajina en mi cocina mientras se bebe mi vino, y sorprendernos cada minuto de que finalmente se cumpliera el sueño. Y morirme de tristeza cuando se vaya. Lloraré, lo sabes, pero...¿cuánto habré reído durante esos días?

Podría escribir sobre camas vacías y almas rebosantes, sobre calendarios que vuelan y sillas quietas, sobre barandillas que crujen y papeles ordenados, sobre teclas pulsadas y olvidos enrollados, sobre gaviotas inmunes y tildes con estrabismo, sobre sentimientos inanes y campanarios rajados, sobre llaves acartonadas y cartones oxidados, sobre tijeras sin ojos y peregrinos sin barba...

Podría escribir sobre todo eso y sobre más, pero creo que sería escribir demasiado.