Lo que he aprendido este año

jueves, 31 de diciembre de 2009

Mi abuela solía decir... aprendiz con pelo pa joderlo, lo que viene a ser algo así como que cuando tienes cierta edad ya no tienes la cabecica para aprender nada. Yo no estoy muy de acuerdo con eso porque este año he aprendido un montón de cosas. Hasta he hecho una lista.

He aprendido...

Que la mujer es la única animala que tropieza dos veces en la misma piedra
Que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible
Que prefiero ser imbécil que mala puta (y así me va)
Que me sigue encantando viajar sola
Que de todos los años vividos, éste ha sido el que más he querido a mi padre
Que puedes probarte diez prendas y no quedarte ninguna
Que no por mucho madrugar recibes la llamada que esperas
Que aunque suene superficial (soy consciente, soy) el aumento de autoestima es directamente proporcional a la disminución del culo
Que me gusta la tarta de zanahoria (que no sabe a zanahoria, qué cosas)
Que pase lo que pase, siempre es mejor tener la conciencia tranquila
Que las casas de mis amigas, casas mías son
Que a pesar de estar convencida de lo contrario, todavía me quedaban lágrimas
Que Sabina es de carne y hueso (poca carne, eso sí)
Que los pequeños hoteles a veces esconden grandes sorpresas
Que prefiero un buen polvo a un rapapolvo (vale, es de Serrat, pero yo también lo pienso)
Que a veces los piropos son sinceros
Que las penas con pan siguen siendo penas (así que mejor dejarse de panes y penas)
Que si me bebo un gin tonic no me muero (ni siquiera si me bebo dos)
Que mola jugar al tenis sin moverte del salón de casa
Que la caridad empieza por una misma
Que las fotografías no me roban el espíritu
Que sólo hay que echar un vistazo a tu alrededor para considerarte afortunada
Que cuando la gente no da señales de vida no es porque haya sido abducida (pues sí, eso pensaba yo...¿qué pasa?)
Que se puede hacer compañía a alguien sin estar sentada a su lado
Que lo que uno no quiere, otro está deseándolo
Que no siempre recoges lo que siembras, pero cuando lo recoges es un cosechón
Que si sin proponérmelo he gustado al sexo opuesto (y al mío propio, todo hay que decirlo) si me lo propusiera...¿qué pasaría?


Después de ver por escrito mis aprendizajes del año 2009 puedo decir que estoy satisfecha de lo aprendido. Ha habido cal y arena, mares y lluvia, canciones y silencios, gemidos y decepciones, cubatas y hospitales, reencuentros y despedidas, libros y lágrimas, deseos y conversaciones. Ha habido un poco de todo, como tiene que ser.

No me quejo.

Me gustaría poder brindar con todos y cada uno de vosotros al dar las doce campanadas
Un brindis y un abrazo
¿Para qué más?
Pero como no puedo, sólo me queda ser original...



!!! FELIZ AÑO NUEVO!!!

La lógica ilógica

lunes, 28 de diciembre de 2009

La piel y la cama ya las conocía. Los besos también los había probado antes. Sudábamos cada abrazo sin preocuparnos si era el primero o el último. Tumbada boca abajo sentía las yemas de sus dedos recorriendo mi espalda. Mordía despacito mi cuello y los lóbulos de mis orejas mientras de mi boca salían pequeños gemidos. Sentados desnudos frente a frente terminamos acoplándonos como se acoplan las palmas de las manos cuando aplauden.

Me dijo que necesitaba recuperarse un poco antes de emprender el siguiente asalto y yo aproveché para bajar algo al contenedor del vidrio. No recuerdo si me vestí para ello. Una vez en la calle me vino a la cabeza que no había avisado de aquello a Ana y que se podía armar una buena si le daba por llamarme a casa, puesto que ella era mi coartada. Y de repente me asaltaron unas cuantas preguntas: ¿cómo he llegado a su casa? ¿me vino a recoger? ¿tomé un taxi? ¿me trajo alguien?

Intenté desmenuzar cada una de las opciones y al cabo de un rato desistí porque no recordaba detalles de ninguna de ellas. Me senté en un bordillo, quizás desnuda, y decidí que la única posibilidad lógica era que estuviese soñando.

Seguí pensando que si era un sueño... ¿cómo iba a estar dentro de él decidiendo si lo es o no? eso sólo pasa en las películas. Además... ¿desde cuándo los sueños son lógicos?

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Ayer por la tarde, arrebujada en el sofá con una manta, me quedé dormida apenas comenzó el telediario y me desperté una hora después recordándolo todo con nitidez y con la sensación de que pienso demasiado, incluso en sueños. Por cierto, hacía tiempo que no tenía un sueño erótico.

De lo que se entera una

viernes, 18 de diciembre de 2009

Yo no lo sabía, pero resulta que igual que existe la wikipedia, la frikipedia, la tunningpedia y muchas pedias más, existe la santopedia. Como su propio nombre indica, en la santopedia te puedes enterar con pelos y señales de toditos los beatos, vírgenes, obispos y mártires llegados a los altares, la mayor parte de las veces, por obra y gracia del martirio de los perros infieles.

Entre sus muchos apartados, la santopedia te da lo que podríamos llamar el ranking de santos, es decir, qué ordenes religiosas son las más y menos fructíferas en eso de añadir nombres al santoral. La palma se la llevan los franciscanos, con 166 santos, que no me diréis si no es una pasada y el farolillo rojo es para el Opus Dei, que sólo tiene un triste y solitario santo, San Josemaría, como todos sabéis.

En otro apartado te indica los santos de cada país. Aquí observo sin ninguna sorpresa que España ostenta con diferencia el mayor número de santos por kilómetro cuadrado, nada menos que 742 frente a los 100 del Reino Unido, por ejemplo. Y es que sabido es que en España somos todos unos santos.

¿Que no sabes cómo ponerle de nombre al niño? no hay problema, entras en la santopedia y tienes los nombres de todos los santos ordenados alfabéticamente. ¿Que te gustan los nombres que empiezan por W? tampoco hay problema, tienes donde elegir, a saber: Waldeberto, Walfrido, Walhero, Wasnulfo, Wenceslao, Wenefrida, Wereburga, Wilehado, Wilifrido, Wilibrordo, Wilibaldo, Winoco, Winwaleo, Wiro, Witesindo, Witta, Wolfgango y Wulfilda.

A mí particularmente me encandila Wereburga, lástima no haber descubierto la santopedia hace 25 años porque creo que a mi hija le hubiera encantado llevar este pedazo de nombre.

Y para finalizar de contaros las excelencias de semejante hallazgo os diré que ponéis vuestro nombre en el buscador y os dice el día de vuestro santo. Resulta que el mío...¡es mañana! y a raíz de eso me he enterado de algunas cosas que desconocía por no haber leído la Biblia. Resulta que cuando Adán se despertó con una costilla de menos y Dios le dijo lo que había hecho con ella, en lugar de cabrearse como sería lo normal, se puso muy contento y dijo que la iba a llamar Varona (no os comáis la cabeza, era por venir del varón, listo el Adán ¡eh!) Oye, que no lo digo yo, que lo dice el Génesis.

A ver si va a resultar que Pancho Varona y yo estamos emparentados.

Y todavía dice más. Resulta que la tal Varona era un modelo de mujer extraordinariamente atractivo en una época en que apenas se estaba iniciando su salida de la esclavización a que había sido sometida. Me he perdido. ¿Pero no estaban la costilla y el costillo solos disfrutando del dolce far niente? (hasta que metieron la gamba, pero eso ya es otra historia) entonces... ¿de qué época me hablan? ¿cómo va a ser un modelo de mujer si no había otra? yo no estoy muy puesta en estos temas, pero si hay algún teólogo entre los lectores le agradecería que arrojase luz sobre mi ignorancia. No muy fuerte, eso sí, que todavía estoy convaleciente.

Así que ya lo sabéis, cualquier duda sobre santos...a la santopedia. ¡Ah! y me gustan los tulipanes y los bombones. Lo digo por lo de mañana.

Mentirosa

sábado, 12 de diciembre de 2009

Sí, lo sé, la entrada anterior era embustera y la de hoy es mentirosa. No, no es que esté obsesionada, es que ha salido así.
La lista siguiente engloba quince cosas sobre mí, de las cuales diez son ciertas y cinco mentira cochina. Conociéndome como me desconocéis... ¿hay alguien que se atreva a separarlas? ¿cuál es la verdad y cuál es la mentira? Premio para el que adivine las cinco.

1.- Siempre me levanto de la cama apoyando primero el pie derecho en el suelo
2.-Me da repelús el tacto del algodón
3.-Sólo pulso el espaciador del teclado con uno de los pulgares
4.-Tengo ropa en mi armario hace años con la etiqueta puesta
5.-El día de mi cumpleaños me felicito a mí misma frente al espejo
6.-Colecciono piedras
7.-Me encanta pintarme de rojo las uñas de los pies
8.-Soy capaz de hacer y deshacer 20 veces algo hasta que queda a mi gusto
9.-Tengo la ropa interior ordenada por colores
10.-No me voy nunca a dormir sin haber comprobado que en la puerta está echado el cerrojo
11.-Tengo una cicatriz al lado del ojo resultado de un encontronazo con una farola
12.-Me pasaría las horas muertas en el museo del Prado
13.-Tengo velas en todas las habitaciones de mi casa
14.-Me muerdo los labios continuamente
15.-Lloré viendo "Buscando a Nemo"

Los jueves, Sabina (XXXIX)

jueves, 3 de diciembre de 2009




Casi todos tenemos o hemos tenido un/a embustero/a en nuestras vidas.
Alguien que te miente aunque no te diga mentiras.
Alguien que sabes que está mejor lejos aunque te conozcas de sobra el camino.
Alguien por quien darías tu colección de llaveros a cambio de que te diera su llave.

De su nuevo disco, Vinagre y rosas...

Hoy... Embustera



Japi verdey

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Hace exactamente un año mi padre entró en el quirófano para sellarle un desgarro que tenía en la pleura que hacía que su pulmón izquierdo se llenara de líquido. Hace exactamente un año que le hicieron la biopsia que nos confirmaría lo que ya sabíamos. Tal noche como esta noche, después de dejar el hospital, yo dormí en casa de Ana por primera vez.


Hacía tiempo que algunas personas me daban la tabarra para que creara un blog y no lo hacía por cuestiones que no vienen a cuento. Tal noche como esta noche de hace un año, ella se empeñó en darle la vida a esto, consiguiendo que por unas horas me olvidase de lo que hacía allí.
Todos los que me conocen creen que nació para dar a conocer mis relatos, para que quedase constancia en algún sitio, aparte de en mis libretas, de las neuras que circulan por mi cabeza. Pero se equivocan. Este blog nació por y para mi catarsis personal, porque mi padre había enfermado y yo necesitaba escribir de lo que fuera, necesitaba expulsar de mí el enfado, la rabia, la desesperación, la tristeza y tantos sentimientos que me apretaban dolorosamente el corazón.
Soy consciente de que éste no es un blog al uso, no tengo una lista kilométrica de enlaces a otros blogs, no me hago publicidad en ningún otro y sólo escribo con mi nick en un par. Así es muy difícil que las visitas sean numerosas, la mayor parte de los días no llegan a cuarenta, lo que representaría un número birrioso para cualquier bloguero de pro. Pero yo no soy bloguera por afición sino por necesidad, así que para mí está bien así.
Esta noche este blog cumple un año. 120 entradas, que no son muchas pero tampoco pocas. Doce meses enteros vertiéndome en una pantalla en blanco. Unas veces con absurdas idas de olla y otras tantas desmenuzando emociones. No sé si lo hago bien o mal, y tampoco me importa demasiado. Escribo cuando quiero y de lo que quiero. Conozco a casi todos los que me comentan. No necesito más.

¡Ah! ya sé que la foto no pega con el tema tan trascendental que nos ocupa, pero como el blog es mío la tarta me la trae un wenorro, faltaría más. ¿Algún problema?

Crónica de una noche de noviembre

sábado, 28 de noviembre de 2009







Todos duermen en las habitaciones de al lado, incluyendo a Ana al cuadrado. Cual madre preocupada por sus vástagos hago recuento para ver si falta alguno. Los cuatro duermen mansamente y sigo preguntándome cómo es posible que las personas puedan hacer eso mientras la luz entra inmisericorde por sus ventanas. Misterios que supongo me serán desvelados cuando muera, como eso de los tres en uno.

Contar que anoche tuve una docena de sensaciones distintas sería quedarme corta y posiblemente sea incapaz de describirlas todas, así que lo mejor será que lo cuente como lo viví, sin rebuscar demasiado en la memoria porque no me es necesario. Creo que la noche del 27 de noviembre la tendré fresca en ella así esté ligando con el cuidador del geriátrico. O intentando ligar, que dada mi destreza en esos menesteres, ni con 80 años habré aprendido.

Dos hermanos de más de metro ochenta de estatura me lo pusieron difícil para poder obviar el motivo que me había llevado a Zaragoza. No sé cuántas canciones de Sabina fueron capaces de arrancarle a las cuerdas de sus guitarras, pero seguro que fueron más de cincuenta. Durante las horas previas al concierto le hicimos al flaco nuestro particular homenaje cantando, cada uno en la medida de sus posibilidades y vergüenzas, todas las canciones que fuimos capaces de recordar.

Una sala pequeña, apenas 2000 personas, esperaba impaciente el comienzo del concierto. A falta de cinco minutos para empezar yo seguía sin creerme que estuviese allí. Todos los que me acompañaban me aventajaban en número de conciertos disfrutados, lo que no era difícil puesto que yo era virgen, aunque yo les ganaba por la mano en algo: el desconocimiento total y absoluto de lo que iba a vivir. Por no mencionar el hecho de que teníamos el escenario a un metro escaso de nuestras piernas y a pesar de no tener un metro, yo hubiera jurado que el micrófono estaba perfectamente alineado con mi butaca.

Cuando Joaquín hizo su aparición a mí me pareció estar viendo una película. Una de esas en las que la protagonista tiene unas tetas supersónicas y el director considera que los espectadores no se han dado cuenta de su potencial y necesita enseñárnoslo a cámara lenta trotando por la playa. Yo veía avanzar a Sabina ralentizado, con su eterna delgadez, con un traje de rayas y con su sempiterno bombín. Y cuando se sentó en el centro del escenario comprobé, efectivamente, que estaba justo enfrente de mí. Claro que supongo que los que estaban a mi lado pensarían lo mismo. Pero no saben lo que dicen, pobres.

Empezó cantando canciones de su último trabajo. La acústica no podía ser mejor. Yo estaba en una nube. ¡Qué digo en una nube! Todo el firmamento al completo me rodeaba. No me duelen prendas al admitir que a la mitad de "Que se llama soledad" dos lágrimas saladas con sabor a bocadillo vegetal y a emociones reprimidas prepararon el camino s una decena de compañeras. Pero ya , ea ea.
La verdad es que si yo hubiera elegido el repertorio no hubiera diferido mucho de lo que cantó. Otra prueba más de que Sabina cantaba en petit comité para mí y no para el resto del auditorio, digan lo que digan esta panda de envidiosos.

Me emocionó con "Contigo", me encadiló con "Y sin embargo", me conmocionó con "Canción para Magdala" y me llevó al éxtasis con "Calle melancolía". Tan cerca estaba de él que podía distinguir perfectamente el dibujo del anillo que llevaba en el dedo corazón de su mano derecha. Terminó con la más increíble "Princesa" que se haya escuchado, con toda la sala de pie cantándola a la vez. Se fue y volvió dos veces más, ante la insistencia de todos los que, como yo, creíamos que el concierto acababa de comenzar y no lo contrario. Y después de los bises se fue por la misma esquina por la que había venido, dejándome sentada en la nube con los pies colgando y una sonrisa perenne en la boca del estómago.

Dos de los bellos durmientes acaban de hacer su aparición mañanera en el salón y yo termino esta crónica dejando unas fotos. No estaba permitido el uso de flash, así que la calidad no es muy buena. Pero no importa, yo no necesito iluminaciones extras para almacenar lo que viví en las baldas de mi memoria. Lo único malo es que disfrutar de Sabina en directo, al igual que los besos, crea adicción, así que mis costillas ya están echando de menos la siguiente dosis.





Si tuviera

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Si tuviera que hablarte de algo sería del tiempo. No me refiero a isobaras y anticiclones, sino a la figura de dedos huesudos que vive dentro de los relojes. Equinoccios y solsticios se suceden vertiginosamente sin contar con mi opinión, y apenas he caído en la cuenta de que los árboles han tapizado de oro las calles, cuando ya descubro atónita una explosión de verdes, rojos y malvas que hacen las delicias de las hacendosas abejas. Pero me resulta inútil medir el tiempo de esta manera porque yo lo tengo dividido en dos: el que pasé contigo y el que pasaré sin ti.

Si tuviera que acariciarte algo sería el alma. Las yemas de mis dedos apartarían tímidamente las telarañas que cubren sus rincones hasta descubrir el pequeño hueco en el que me escondes. Y entonces tu alma y yo, finalmente encontrados, jugaríamos desnudos a la gallinita ciega y bailaríamos tangos desgarradores hasta agotarnos. Cuando la madrugada nos sorpendiese me dormiría con tu alma enroscada en mis manos para poder acariciarla en sueños.

Si tuviera que regalarte algo serían palabras en tu oído. Las vertería despacito, con sumo cuidado, evitando que se derramara fuera de ti ni una sola. Mi boca rozaría tu oreja con cada sílaba deseando contagiarte el intangible escalofrío que provoca tu cercanía. Temblaría mi voz al visitar tu nuca mientras te hablo, presagiando un seísmo de temores. No sería capaz de hacer otra cosa que no fuera saturar tu laberinto de ternura incontrolada, pespunteando con pasión jugosa sus aristas.

Los jueves, Sabina (XXXVIII)

jueves, 19 de noviembre de 2009



Es curioso. Ayer mismo estaba echando un vistazo en una web que había hecho una consulta para elaborar un ranking de preferencias en cuanto a canciones de Sabina. Participaron más de 10.000 personas y ganó con un apabullante 30 por ciento...Y sin embargo.
Y es curioso porque yo todavía no la había puesto.

Yo no tengo una canción preferida, no puedo. A la orilla de la chimenea, Contigo, Donde habita el olvido, Calle melancolía, Incluso en estos tiempos, Peor para el sol... todas son mis favoritas dependiendo de mi estado de ánimo.

Podría haber puesto solamente el video de Sabina cantando esta canción, pero me encanta la introducción de Olga Román, así que ahí os queda para vuestro disfrute y el mío.


Hoy... Y sin embargo



Memez

domingo, 15 de noviembre de 2009

Por una vez y sin que sirva de precedente voy a hacer un meme que ví en el blog de Labegue. Eso sí, con un poco de trampa, sólo una pequeña parte en lugar del testamento que ha contestado ella.

Vamos allá
TÚ…
1. Echas en falta a alguien ahora mismo?
A mi tía. Cada día.
2. Estás feliz? Como una lombriz. Vamos, no quepo en mí de felicidad. Me sobresale la felicidad por todas partes (Seda...eso no es felicidad... es grasa. Firmado: tu espejo)
3. Color de coche: No tengo
4. Color de pelo: No tengo. Ah sí, perdón, sí que tengo. Pues no sé exactamente. Le preguntaré a mi peluquera el nombre del tinte que me pone.
5. Color de ojos: Verde marihuana. Máaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas bonitooooooooos.
6. Talla de zapato: El 39 me viene pequeño y el 40 grande. Así que como no estoy en edad de sufrir por presumir me compro la 40 y me pongo una plantilla (Aprende, Sauce)
7.-Color de piel: Blanca tirando a blanquísima.
COSAS SOBRE TU VIDA…
1. Has estado enamorada alguna vez?
Como una perraaaaaaaaaaaaa
2. Crees en el amor? Haberlo, haylo. Pero vamos, yo es que soy muy descreída para todo
3. Te han roto el corazón alguna vez? Alguna tirita tiene.
4. Alguna vez has roto el corazón a alguien? Es inevitable.
5. Alguna vez te has enamorado de tu mejor amigo? No tengo mejores amigos.
6. Tienes miedo al compromiso? ¿Al de Caspe? no, no.
7. Alguien te ha besado en la mano? Y no hace mucho.
8. Has tenido alguna vez un admirador secreto? Fuaaaaaa fijo que sí.
9. Tienes amigos homosexuales? No, pero tengo una amiga que tiene uno que a su vez tiene un bombón.
10. Te acuerdas de tu primer amor? No sólo me acuerdo sino que lo veo a menudo. En aquel entonces me llegaba al hombro y hoy en día me sigue llegando al mismo sitio.
ONCE COSAS
1. Amor o locura?
Madre mía, qué pereza.
2. Cerveza o whisky? La misma amiga de lo del bombón dice que es uno de mis defectos. No, no uso.
3. Noche o día? Pues depende. Para ver el sol, el día, para ver la luna, la noche. Es de cajón.
4. Relación estable o rollo de una noche? ¿Pero el rollo es de primavera?
5. Solo o acompañado? Hay cosas que me gusta hacer sola. Y no, no es eso...¡cochinos!
6. Pepsi o Coca Cola? ¿Qué clase de pregunta es esta?
7. Cine o libro? Leo mucho más de lo que voy al cine, pero sólo porque lo tengo más a mano.
8. Dinero o familia? ¿De cuánto dinero estamos hablando?
9. En persona o por teléfono? Casi todas las personas con las que me apetece hablar están lejos, así que me sale más barato el teléfono.
10. Te lanzas tú o él. Yo es que soy muy vergonzosa.
Anda...¿pero no decía once cosas? ¿dónde está la undécima?
ALGUNA VEZ…
1… Has espiado a alguien?
Espiar está muy feo.
2… Hiciste algo de lo que te arrepientas? A lo hecho, pecho
3… Has hecho puenting? No. Rotundo.
4… Te has enamorado y no se lo has dicho? No.
5… Has querido a alguien como para dolerte? Sí, en la tercera costilla del lado izquierdo.
6… Has matado a un hombre? Eso está todavía más feo que espiar.
7… Has bailado bajo la lluvia? Yo es que soy muy vergonzosa. Me suena que esto ya lo he dicho.
8… Has besado a alguien bajo la lluvia? Bajo la lluvia, bajo la lluvia...mmm... creo que no, si da igual bajo un árbol...
MAS COSAS…
1. En qué estás pensando ahora mismo? En irme a cenar, que ya es hora.
2. Cuál es tu sueño? Jubilarme ¡ya! e irme a vivir a costa del Estado a una casita enfrente del mar
3. Qué estás haciendo? Contestar esta memez.
4. A qué estás jugando? A contestar esta memez
5. Cuántos contactos de móvil tienes? Demasiados, más de la mitad no los uso.
6. Alguna vez te ha sorprendido algún sms? A mí los que me sorprenden siempre son los que no recibo.
7. Tu mejor beso? El que me darán.
8. Coche o moto? Ni lo uno ni lo otro
9. Tienes novio? Tampoco. Jo, hay que ver la de cosas que no tengo.
10. Crees en las relaciones a distancia? Hay un dicho que reza... amor de lejos, amor de pendejos. Las relaciones a distancia pueden sostenerse un tiempo, pero no eternamente. Cuando te apetece un achuchón no es lo mismo atravesar la ciudad que atravesar el país o el continente.
11. La pareja, ¿mayor o menos que tú? Pero si dicen que el amor no tiene edad
12. Alguna cualidad que tiene que tener? Sólo dos: que bese bien y que viva en su casa.
13. Crees en la pareja perfecta? Conozco alguna, pero sigo sin creerlo.
14. Estudias o trabajas? Ufffff pues mal lo tendría si no trabajara. Lo digo por comer y eso.
15. De mayor quieres ser…? Ya soy mayor.
16. Te dan paga? Religiosamente una vez al mes, bueno...tres veces al año son dos veces al mes
17. Crees en la suerte? Estoy convencida de que hay unos que nacen con estrella y otros estrellaos.
18. Te conectas mucho al msn? Define mucho.
19. Cuántas personas hay conectadas ahora? Vaya, hombre, precisamente ahora no lo estoy. Un momento que miro. Ninguna.
20. Nombre para una isla: Orgasmo. También me gusta Petrimetre. No, Orgasmo queda mejor para una isla.

Los jueves, Sabina (XXXVII)

jueves, 5 de noviembre de 2009

A ti que has cerrado

con llave el candado de mi boca

A ti que has olvidado

lo que la luna llena provoca

A ti que llenaste

mis zapatos con una promesa

A ti que que poco te importa

una golondrina que no regresa

A ti que un día miraste

mis ojos como algo tentador

A ti que hoy te crees

que hacerse el duro es lo mejor

A ti que has preferido

mirar la vida desde la cornisa

A ti que has ignorado

que no es traidor el que avisa

Vacaciones en Octubre (Final)

lunes, 2 de noviembre de 2009

Besos en la oscuridad que huelen y saben a desesperación. Escrito parece la estrofa de un bolero y vivido todavía más. La sensatez, tan sensata ella, se instala en la mesilla de noche y la locura se escapa por la ventana a pesar de tenerla cerrada.

El tipo que tengo a mi derecha en el tren que me lleva de vuelta a Madrid trabaja en su portátil durante todo el trayecto, hace un par de llamadas con el móvil y me dirige tres o cuatro frases de conveniencia a las que yo respondo con igual cordialidad. Llego a Atocha de noche, aunque da igual la hora que sea porque esta ciudad nunca duerme. Me viene a recoger la misma persona que me vendrá a traer pasado mañana y me alojo en su casa durante ese tiempo, aunque nunca la palabra alojar se usó tan mal puesto que ni por un momento me siento huésped. Tengo suerte de ir a casas que siento como mías. No. Tengo suerte de rodearme de gente que hace que las sienta como mías.

Duermo en la habitación más alta y salgo al mirador envuelta en una manta. Aquí no hay tráfico ni luces de neón y mi pensamiento puede volar sin darse de bruces contra los rascacielos. Tan cerca y tan lejos. Como será siempre.

Cuando la enlatada voz del tren me avisa de que se acabaron las vacaciones en octubre yo estoy leyendo porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

Los jueves, Sabina (XXXVI)

jueves, 29 de octubre de 2009

¿Dónde crees que vas? ¿Quién te parece que soy? No mires atrás, que ya no estoy.

¡¡¡Sabina tiene nuevo disco!!! Sí sí sí. Se titula Vinagre y Rosas, y esta canción es el single. Ya la he escuchado unas cuantas veces y como siempre me pasa con sus canciones, me gusta más cuanto más la oigo. Además, tengo que aprendérmelas todas porque....redoble de tambores... el día 27 de noviembre tengo una entrada en primera fila para asistir en Zaragoza a su concierto. Quizás no me creáis si os digo que jamás lo he escuchado en directo, así que comprended mi emoción. Mil gracias a Ana por su dedicación para que esto sucediera. Por supuesto, habrá crónica extensa de todo, aunque es probable que pasen días antes de que pueda cerrar la boca.

Hoy... Tiramisú de limón

Vacaciones en Octubre (III parte)

martes, 27 de octubre de 2009


Las gaviotas se han acostumbrado a llegar a la playa antes del atardecer para recoger los restos de comida que dejaron desperdigados los descuidados turistas. Las contemplo durante un buen rato sentada en las escaleras de acceso mientras noto que el cielo se va poniendo más y más gris, presagio de lo que después vendrá. Llego al hotel justo cuando empiezan a caer las primeras gotas, que se convierten más adelante en un verdadero temporal. El viento sopla fuerte y golpea el toldo rítmicamente contra la pared, y tal parece un insistente viajero que llamase a la puerta. Las palmeras del paseo intentan resistirse pero acaban rindiéndose, casi como estoy a punto de rendirme yo.




La lluvia en mi ventana me arrulla durante la mayor parte de la noche y duermo poco y mal, pero cierto es que después de la tempestad siempre viene la calma y como la mañana amanece resplandeciente decido visitar Sanlúcar de Barrameda, que según leo tiene el dudoso honor de ser la población española con menor renta per cápita, pero que a mí me enamora desde que la piso. Aquí se junta el río Guadalquivir con el Atlántico y yo no quiero perderme ese encuentro, subo y bajo cuestas del casco viejo de la población, entro en el mercado de abastos y curioseo entre los puestos de pescados y frutas y verduras, y visito el Ayuntamiento, que antiguamente fue la residencia veraniega de los duques de Montpensier y cuyos impresionantes jardines están abiertos al público. No me lo pienso dos veces y me adentro en ese laberinto de cocoteros, dragos, ficus gigantescos y abundante vegetación. En mi solitario paseo dejo volar mi imaginación y casi me parece ver a los duques cogidos del brazo comentando la fiesta que darán a la semana siguiente.


Cuando me quiero dar cuenta llevo cinco horas seguidas caminando y mis rodillas y sobretodo mi estómago comienzan a protestar. Entro en un restaurante situado en una estrecha callejuela y un camarero jovencito me recita lo que tienen de menú. Elijo fideos con gambas y chocos con ensalada y cuando termino le comento al chaval lo bueno que estaba todo. Un par de horas más tarde subo al autobús que me lleva de vuelta y nada más sentarme en mi asiento se escucha a Pablo Milanés diciendo que no le pide que le baje una estrella azul, y aunque no quiero, una terca lágrima termina haciendo su camino. Estoy cansada, pero contenta. Además, en la habitación del hotel tengo a los diecisiete Aurelianos Buendía con la cruz de ceniza en la frente y no puedo hacerles esperar.

Vacaciones en Octubre (II parte)

domingo, 25 de octubre de 2009

Paseo casi de noche por unas calles tan solitarias como yo. Toda la gente que las abarrotaba en agosto ha desaparecido en octubre. Lo prefiero así. En verano no podría oir ni mis pensamientos. Y ellos me llevan nuevamente al mar. Conforme me acerco se hace más notable el frío y me desabrocho la chaqueta para dejarlo entrar en mí. Va a llegar pronto, estoy segura. La temible punzada de la melancolía. Me siento en un banco y le dejo un hueco. Pequeño. La balaustrada del paseo marítimo es roja y blanca. Cuento las columnas de cada tramo. Quince. Y cada tres tramos de quince columnas, una farola. Aunque si la miras bien parece un señor delgado con la cabeza brillante y sombrero cordobés. El cielo está espectacular. Hago una fotografía y sonrío sin pretenderlo. Me levanto del banco y ahí te quedas a mi nostalgia le digo.


Ya en el hotel, Aureliano José se sienta desnudo en una esquina de mi cama junto a su tía Amaranta y ambos se agotan a caricias. En la otra esquina, el coronel Gerineldo Márquez, perdido en su soledad, le comunica telegráficamente al coronel Aureliano Buendía que está lloviendo en Macondo.

Lleno un vaso de zumo de naranja, corto un panecillo integral y pongo las dos mitades a tostar. En una de ellas, aceite de oliva y jamón serrano, en la otra, mantequilla y mermelada de ciruela. Salgo con mi botín a desayunar a la terraza. Me siento pletórica. Hay que ver lo poco que se necesita para ser feliz. A pesar de hacer un día magnífico la playa está casi desierta. Perfecto.


Callejeo por el pueblo. Me detengo en un puesto de periódicos. Aquí no llega el Heraldo, así que compro El País y me siento en una terracita a leerlo. Entre página y página levanto la vista para deleitarme con el ir y venir de la gente. Un lugareño se apea de la bicicleta para charlar con una pareja. En la cesta de la bici lleva unos cuantos peces que les ofrece por cinco euros. Les comenta que el pescado cuanto más feo, más sabroso. Sin poderlo remediar comienzo a canturrear una lágrima salada con sabor a mermelada de ternura moja el suelo de su alcoba donde un espejo le roba la hermosura. Un poco más allá, tres abuelos discuten de fútbol, sentados al sol. A mi derecha un grupo de alemanes habla en voz alta y ríe estrepitosamente. Guardo el periódico, pago mi coca cola y busco un sitio para comer. Esto es vida.

Vacaciones en Octubre (I parte)

sábado, 24 de octubre de 2009

Me bajo en Atocha de la misma forma en la que llevo haciéndolo desde hace años, cantando interiormente allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo...

Viajo en coche hasta el barrio de Manolito Gafotas mientras hago lo que hago siempre, mirar los edificios, los parques y el tráfico, intentando descubrir a alguien perdido, aunque jamás ha sucedido. Ceno invitada en la cuesta de San Vicente una brandada de bacalao, que es una sinfonía para todos los sentidos y un pudding que da pena comérselo y al que no me resisto a hacerle una fotografía.




Duermo inquieta, como siempre que tengo que hacer un viaje más o menos largo, y al día siguiente vuelvo a Atocha, esta vez para marcharme al Sur. Me encanta viajar en tren y hoy tengo casi cuatro horas por delante para disfrutarlo. Espero a que se ponga en marcha para sacar de mi bolso un libro lleno de Aurelianos y José Arcadios Buendía que es la tercera vez que empiezo y que estoy dispuesta a acabar, ahuyentando los malos espíritus que me lo impidieron las dos veces anteriores. De vez en cuando dejo el libro en mi regazo y paso un rato mirando por la ventanilla, percibiendo cómo cambia el paisaje conforme cruzamos a velocidad de vértigo de una comunidad a otra, o apoyo la cabeza y cierro los ojos, permitiéndome fantasear. Puertollano, Córdoba, Sevilla, ya queda poco para bajarme del tren, aunque todavía me espera una hora de autobús hasta llegar a mi destino.

El hotel es como me lo imaginaba y la habitación, aunque pequeña, dispone de todo lo que necesito ¿para qué más? La cama tiene un colosal cabecero de madera labrada y un colchón duro, como a mí me gusta.


Sin deshacer la maleta me desnudo y entro en la ducha para arrancarme el cansancio del viaje porque me apremia la necesidad de encontrarme con él, con el mar, al que no veo desde mi ventana pero oigo, curiosa sensación. Cruzo la estrecha calle que nos separa y lo saludo con desbordada alegría, como siempre. Hacía años que no te veía, le digo, no sabes cómo te he echado de menos. Y él finge no reconocerme, sólo por hacerme rabiar, pero al cabo de unos segundos trae a mis pies descalzos una ola repleta de espuma blanca y evocadoras caricias que me indican que sí, que se acuerda de mí. Me siento en una de las butacas de mimbre de la terraza del hotel para deleitarme con lo esperado.

Es difícil describir una puesta de sol porque poetas y escritores de todos los tiempos le han dedicado sus letras magníficamente antes que yo, pero este atardecer lo siento como únicamente mío, porque mío es, y me parece increíble que algo tan cotidiano, que ocurre todos los días, pueda emocionarme tanto. Mientras el sol va bajando y el cielo y mi corazón se van tiñendo de rojos anaranjados, pienso por unos instantes lo bonito que sería disfrutar de esto con alguien cogido a mi mano, pero es sólo eso, un instante, porque no es justo estar perdida en pensamientos abstractos mientras la naturaleza le prepara unas sábanas de agua al sol y lo arropa, protectora, ante mi presencia. Disparo mi cámara fotográfica y queda grabada la imagen, aunque lo que me importa, lo que verdaderamente me importa, es que esté impresa en mi memoria.


Los jueves, Sabina (XXXV)

jueves, 15 de octubre de 2009

No es casualidad que hoy haya elegido esta canción (que me encanta) y es que en breves yo también me iré pal sur . Por cierto, en la transcripción han cometido un falta de ortografía (o un error, a saber) que cambia el sentido de la frase y que hace daño a la vista. Vale, antes de que alguna lo diga, hace daño a mi vista.

Cuatro noches en un hotel con encanto construído a principios del siglo XX... 124 euros, billetes varios de tren de ida y vuelta... 82 euros, comidas y cenas... 100 euros.

Despertar cada día cuando mi cuerpo considere que es suficiente, desayunar en la terraza mirando el mar, callejear sin rumbo y sin tiempo entre casitas blancas, pasear por la arena de la playa con los zapatos en la mano y la alegría en el corazón, sentarme en un banco y dejar que la brisa marina juegue con mi pelo, quedarme sin respiración disfrutando de un rojo atardecer, morirme de la risa en la cocina de Sauce mientras pochamos verduras, y volver a casa convencida de que sólo hay que llorar por cosas que merezcan la pena. Todo esto... no tiene precio.

Hoy...Vámonos pal sur

Un puente en Pijolandia

martes, 13 de octubre de 2009

Este puente del Pilar lo he pasado en un hotel de cinco estrellas lujo. Yo nunca había pasado de las tres, estrellas, quiero decir, así que en mi ignorancia hoteril supuse que cinco estrellas lujo quiere decir la leche en bicicleta y cuando una amiga me propuso el planazo de acompañarla estos días en Valencia, a gastos pagados, me faltó tiempo para decir... sí, sí, sí, sí. Que como dije el otro día soy imbécil pero no tonta.
El hotelito en cuestión es el Sidi Saler. Os lo digo por si os apeteciera o apeteciese la experiencia. Claro, que para eso primero tienes que encontrarlo. El Sidi Saler está donde Cristo dio las siete voces, allá en la lejanía. Ellos lo publicitan de otra forma mucho más acorde con las estrellas: en medio de la Albufera, yo diría: en medio de la nada. No hay carteles indicadores hasta que te hallas a cien metros y cuando ya has pasado veinte veces por la misma rotonda y le has preguntado hasta al grillo que retoza en los arrozales, resulta que tienes que meterte por una opción que nada tiene que ver con el nombre. O sea, es como si tú quieres ir a Aranjuez y en la carretera te da cuatro opciones: a Villafoca de Abajo, a Pitita de la Sierra, a Ventanales y a Cualquierasabe de la Cañada. Pito pito gorgorito, dónde vas tú, tan bonito.
Una vez que la mamá del grillo te dice que tienes que ir por Ventanales ( y supongo yo que la pobre grilla estará hasta las antenas de los huéspedes del Sidi Saler) tienes que ir a diez por hora por esa carretera porque si vas a veinte te pasas el desvío al hotel y otra vez a empezar.
Entras en el hotel y, efectivamente, parece de lujo. Mucho sofá de piel, una recepción enorme (y un recepcionista con una cara de amargao que no disimulaba), espejos y pianos y mármoles y plantas gigantescas. A primera vista veo que el acceso para minusválidos se lo pasan por el Arco del Triunfo: escaleras para llegar a los ascensores y escaleras para ir al comedor. Mucha tarjeta electrónica y mucha historia para llegar a la habitación y encontrarte con el decorado de la serie de televisión "Cuéntame" . Moqueta gastadísima en el suelo, con lo antihigiénica que es, puertas interiores pintadas de blanco de cuando yo moceaba, una televisión a la que sólo le faltaban las antenas, unas cortinas que si las ve Ágata Ruiz de la Prada le da un desmayo por horrorosas, una cama de matrimonio normal y corriente y una ducha fija en la pared a una altura de más o menos 1.70, que debía ser el tamaño extra largo cuando Franco inauguró el hotel, o sea, que yo creo que aproximadamente la mitad de la población tiene que ducharse encogido. El mini bar cargadito de rones, güisquises y demás, pero ni un cubito de hielo. Hala, a palo seco. Aunque como el interior de la neverita estaba a temperatura ambiente ¿para qué quieres el hielo si se te va a deshacer en un pispas? han pensado en todo, no creáis.
Eso sí, salí a la terraza y se me olvidó todo. Allí delante el mar, todito a mi disposición. Bueno, todito no, el trozo que se veía entre esquina y esquina del edificio, pero no me quejé, porque nosotras estábamos en el tercer piso y podía haber sido peor, podía habernos tocado el primero, que lo único que supongo que verían cuando salieran a la terraza sería la palmera de enfrente. Había también una piscina cubierta (que no ví) y otra al exterior (que sí ví) En esta última, un wenorro con pantaloncito blanco y camiseta roja coloca las hamacas cada mañana. En la camiseta se leía: piscinero (juro por Dolce y Gabana que ponía piscinero)
Eso sí, si quieres hamaca...paga, si quieres un periódico... paga, si quieres ver en la televisión alguna cadena más aparte de las habituales...paga, si quieres tener acceso a internet...paga, si quieres una botella de agua de 33 cl... paga ¡3.90 euros! y si quieres el desayuno buffett... paga ¡19 euros! De todo esto no quise nada. Ni de nada que tuviese que ver con el SPA, la manicura, la pedicura, la peluquería, los masajes con chocolate, con piedras calientes, con vino, con arroz o con gazpacho.
No me entendáis mal y penséis que me quejo de todo, como he dicho al principio no había estado nunca en un hotel de cinco estrellas, pero es que me he venido con la sensación de que ahora tampoco, excepto por los precios. Un hotel en el que te cuesta dormir 120 euros la noche en temporada baja (no quiero saber lo que costará en julio y agosto) digo yo que tendría que adecuar la estancia a ese dineral ¿no?
La última noche cometimos el error de ir a cenar al restaurante del hotel, porque habíamos estado todo el día trajinando por la Ciudad de las Artes y las Ciencias y estábamos reventadas ( y cualquiera se arriesgaba a tener que preguntar de noche a mamá grilla) Una pasada de restaurante, con un piano de cola en el centro y toda la pesca. Me puse a leer la carta y por un momento dudé de que estuviese escrita en español. Todos los platos ocupaban tres líneas. Así que pedí lo único que entendí y no me dio asco al leerlo: rape (bueno, rape con tres líneas más de gilipolladas varias) El super camarero divino de la muerte me trajo el plato tapado con una pichorra de esas altas que salen en las películas de lores ingleses y que no tengo ni idea de cómo se llama. Total, para descubrir dos trozos minúsculos de rape con una cucharada de espinacas, un montoncito de arroz verde (que supuse que habían cocido en el agua de cocer las espinacas) y media cebolla cocida. Olé y olé la nouvelle cuisine. Me comí el rape y dejé todo lo demás. Para el postre le pedí algo que no tuviese chocolate y me dijo: ¿sin chocolate? ah, sí, tenemos una sopa de lichis ( y diez palabras más) Mmmmm... es igual, déjelo, no quiero postre. Mi amiga firmó la cuenta y no quise saber lo que había costado semejante mamarrachez de cena.
Sólo le he encontrado dos cosas buenas al Sidi Saler. La primera, que sales por la puerta de la piscina (echando una mirada de reojo al piscinero) y pisas la arena de una playa casi desierta, la segunda y mucho, pero mucho más importante, que he podido disfrutar día y noche de mi amiga, a la que veo de ciento al viento.
Se ve que no estoy hecha para millonaria.

Los jueves, Sabina (XXXIV)

jueves, 8 de octubre de 2009



No podría ser otra.

Y sin post-it, aunque se intuye.

Hoy... 19 días y 500 noches.

Soy imbécil ¿y qué?

¿Alguna vez habéis tenido la seguridad de ser imbéciles? No digo que te pongas a mirar la telaraña de la esquina del techo y pienses... aish, igual soy imbécil. No, no, no digo que sea una sensación, digo que sea una certeza. Vamos, que pegues un puñetazo en la mesa y digas...¡coño, soy imbécil!

Estoy segura de que cuando nací a mi madre le dieron la grata noticia de la siguiente manera: Enhorabuena, señora, ha tenido usted una preciosa hija, que con el transcurrir del tiempo se convertirá en una preciosa imbécil. Porque eso si, seré imbécil, pero preciosa siempre. Dudo mucho que mi progenitora no me lo haya comentado en todos estos años por no herir mis sentimientos, así que más bien creo que, una de dos, o se le ha olvidado por completo o directamente pensó que los médicos saben lo que se dicen, que para eso han estudiado, y que cuando llegara el momento de mi máxima imbecilidad, ya sería yo lo suficiente madura para aceptarme y quererme así.

Al llegar a la conclusión de que soy imbécil me asaltaron terribles dudas. Como por ejemplo... ¿existen más imbéciles como yo o soy la única en la faz de la Tierra? ¿la imbecilidad es progresiva, como el deterioro físico, o llega un momento que alcanza su clímax? ¿el imbécil nace o se hace? y la que más me preocupaba ¿hay alguna asociación de imbéciles?

Dispuesta a averiguar esto último tecleé afanosa en busca de respuestas. Encontré la asociación de idiotas dispuestos a superarse, la asociación de personas que han sufrido a auténticos imbéciles (estuve a puntito de asociarme pero luego caí en la cuenta de que sería blanco fácil de sus iras y lo deseché), y la asociación de imbéciles unidos de España, que por lo que leí está sólo en proyecto de creación y que no me interesa porque usan palabras malsonantes, como cojones y zafio. Resumiendo, que ninguna era lo que yo andaba buscando.

Así que he decidido crearla yo, ya tengo el nombre: Asociación de imbéciles o imbécilas españoles o españolas. Las siglas serían A.I.O.I.E.O.E. Ya, ya sé que es bastante difícil de recordar, pero como buena presidenta he pensado en todo y le he añadido musiquilla, que todos sabemos que es mucho más sencillo recordar las cosas cantando. A los cien primeros socios se les regalará una armónica con la partitura, y en caso de necesitar más se harán fotocopias. También habrá un apartado especial para amigos imbéciles de otros países que quieran unirse a la asociación, bien sea por cumplir todos los requisitos o por simple empatía con los socios ya existentes..

La primera regla de la asociación es no negar nunca tu condición. Sí, soy imbécil ¿y qué? Cuando llegué a este estado me deprimí bastante, incluso lloré un poco mirando al cielo con el puño en alto increpando a los cirros, cúmulos y estratos. ¿Por qué yo? ¿por qué tengo yo que ser imbécil? ¡oh, mísero de mí! ¡oh, infelice! apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así. Ah no no, que esto lo decía Segismundo en La vida es sueño, pero me viene al pelo. Bueno, a lo que iba, que mientras estaba en estas divagaciones apareció un hombre que se puso a mirar hacia arriba, luego me miró a mí, luego otra vez hacia arriba y al final sentenció: estás tonta, anda que hablar con las nubes. No, señor mío, tonta no, imbécil... y a mucha honra. Y ahí aprendí a aceptarme y a quererme como imbécil, tal como había pronosticado mi santa madre.

Organizaremos excursiones, gimkanas del tipo...¿quién es el más imbécil de todos?, haremos mesas redondas sobre la imbecilidad y sus consecuencias, rifas de cenas románticas imbécil/imbécila, y si la tesorería lo permite, podemos incluso ir a conocer a otros imbéciles de países muy muy lejanos.

Estoy muy ilusionada con este proyecto, la verdad. Se me nota ¿no?

Los jueves, Sabina (XXXIII)

jueves, 1 de octubre de 2009

Para decir "con Dios" a los dos nos sobran los motivos.

Esta frase, tal cual, la pronuncié en los días previos a mi separación matrimonial. Semanas enteras de huelga de besos y sobrecarga de reproches, noches en las que no cerraba los ojos y mañanas en las que era lo único que deseaba. Un enjambre en mi cabeza y una losa en mi corazón. Silencio entre las sábanas y ruido de espadas en alto. Maletas arrastradas por el pasillo y cremalleras de soledad a medio cerrar.

Magnífica la canción, espero que os guste.

Hoy... Cerrado por derribo

Claro y conciso

sábado, 19 de septiembre de 2009

A mi hija ya no le cabían ni la ropa ni los libros en su habitación, así que he tomado la decisión drástica de cambiarle todos los armarios por otros más acordes con el tamaño de su edad y de su vestuario. Claro que cuando pensé hacer esto sólo tenía una idea aproximada de lo que guardaba en su cuarto. Ha sido como la chistera gigante de un mago del que iban saliendo sin cesar mochilas, zapatos, libros de preescolar, libros de ingeniería, cientos y cientos de apuntes, decenas y decenas de camisetas y ropas variadas. Llevamos toda la semana vaciando los armarios y llenando cajas, muchas cajas, con puzzles, peluches, libros, y cosas que ha ido acumulando a lo largo de los años. Porque bromeando yo le digo que tiene el síndrome de Diógenes pero en pequeño, todo lo guarda, hasta las cosas más insignificantes.
Esta tarde han venido mi padre y mi hermano a desmontar los armarios y llevárselos y han tenido que estar un buen rato trajinando con ellos. Al rato de irse he entrado en la habitación y le he preguntado a mi hija toda extrañada...
-¿A qué huele aquí?
Y mi hija me ha contestado...
-A hombre
Claro y conciso

Los jueves, Sabina (XXXII)

jueves, 17 de septiembre de 2009



Nadie muere de amor, al menos en estos tiempos.

Unos simplemente se pasan el aspirador por el corazón un par de veces, vacían la bolsa cuando terminan y la tiran al cubo de la basura sin miramientos.

Otros guardan sus sentimientos en una caja fuerte y se cuidan mucho de dar la combinación a otra persona, por temor a que la desvalijen.

Hay quienes no paran de frotar con otra verde la mancha de mora.

Los hay que no dejan de suspirar cada vez que llueve por el recuerdo de aquella tarde que pasearon bajo un paraguas.

Pero nadie muere de amor, al menos en estos tiempos.

Hoy... Como un explorador


Entre pupitres y hormonas

sábado, 12 de septiembre de 2009

Aunque parezca mentira, yo no nací con este don para escribir (ruido de toses y manos tapando las risas) ya que fue algo que me inculcó una persona sin pretenderlo.

Comienza el curso 1975-76, sexto de bachillerato mixto, todo un hito en el viejo Instituto, que por primera vez albergaba entre sus muros una clase con alumnos de ambos sexos. Esperábamos expectantes la llegada del nuevo profesor de Literatura cuando apareció Alberto. Alberto era... ¿cómo decirlo? el sueño de cualquier quinceañera con las hormonas bailando el rock and roll de día y de noche por todo el cuerpo. Era mayor, o al menos nos lo parecía, quizás tuviese 35 años o incluso menos, pero a partir del primer día la clase de Literatura se convirtió, en reñida pelea con el del recreo, en el momento más deseado del día. Decenas de barbillas femeninas se apoyaban en sus respectivas manos y apoyando los codos en la mesa escuchábamos embelesadas a Alberto. Tenía los ojos de un azul intenso y una boca bien dibujada, llevaba gafas de pasta y al igual que el resto de profesores venía siempre con americana. Pero él no era igual que el resto. Le gustaba la Literatura y lo demostraba contándonos anécdotas de los autores que no venían impresas en ningún libro, nos leía poesía declamando perfectamente y nos recomendaba lecturas, que según decía, eran imprescindibles.

Recuerdo como si fuera ayer el primer examen que tuvimos con él. Lo normal era dejar los libros de texto en el suelo para impedir copiar, o al menos no ponerlo tan fácil, pero Alberto repartió los folios con las preguntas y ni mención hizo de que los retirásemos. Al día siguiente antes de darnos las notas, nos avisó de que había sido advertido en el claustro de profesores de que había sido bastante inocente, puesto que no era normal que nadie en toda la clase bajase del notable. Y recuerdo también la explicación que dio a su supuesta inocencia. Él había estudiado en Estados Unidos y allí si te pillaban copiando te expulsaban de la universidad y te abrían un expediente que te impedía entrar en ninguna otra, así que en su preciosa cabecita no entraba que un puñado de adolescentes lo hiciera. Pero en el próximo examen, retiró los libros.

Ese curso, el 75-76, se hizo el viaje de fin de curso. A París nada menos. Mis padres consideraron que la capital de Francia era un nido de perdición y no me permitieron ir, así que media docena de pardillas que nos quedamos sin viaje acudíamos a clase con Alberto. Se sentaba en un pupitre de cara a nosotras y nos contaba los desamores de Bécquer, o el cruel destino de Miguel Hernández, o cualquier otra cosa que, yo al menos, absorbía como esponja.

Sin duda aquel profesor me hizo amar los libros, del mismo modo que aquel otro me hizo odiar la Física. Y es curioso, porque del primero no recuerdo el apellido aunque me maten y del segundo no puedo olvidarlo aunque quiera.

Los jueves, Sabina (XXXI)

jueves, 10 de septiembre de 2009

Yo también soy aquella chavala que creció en la fila de los mancos.

Explicación para los que tengan menos de 40 años: Se llamaba la fila de los mancos a la última fila del cine, que era la que pedían los chicos a la taquillera cuando iban a ver una película con sus chicas. Lo de ver es figurado, porque apenas se apagaban las luces, o incluso como dice Sabina, mejor entrar con el NO-DO empezado, el brazo del chaval iba a parar al hombro contrario de la chica y entre avances y retrocesos y "dejame" y "no seas tonta" cuando salías del cine no sabías si Nerón tocaba la lira o las castañuelas. Durante todos los años que duró el franquismo, los novios "decentes" tenían que saciar su hambre de besos y caricias en la oscuridad del cine, no había otra manera, porque a pesar de que a muchos de vosotros os pueda sonar a chino, en los hoteles pedían a las parejas el libro de familia para poder alojarse una noche. También se podía utilizar el coche, naturalmente, pero los jovencitos de aquella época como mucho disponían de una movilette y eso los más afortunados. Total, que la fila de los mancos era solicitada, única y exclusivamente, para lo que entonces se llamaba "darse el lote".

A mí me tocaron los últimos coletazos de la dictadura (tenía 15 años cuando murió Franco) pero hay que tener en cuenta que no es lo mismo vivir aquellos años en una capital que en un pueblo. Y cuando durante toda tu vida te han machado con los ardores del infierno si osabas tocar a los demás o a ti mismo con fines pecaminosos, lo extraño era que no tuviéramos unas ganas gigantescas de hacerlo. Así que sí, reconozco que yo también me di el lote en la fila de los mancos, y reconozco asimismo que es uno de los recuerdos más excitantes de mi pubertad.

Hoy... Una de romanos

Los jueves, Sabina (XXX)

jueves, 3 de septiembre de 2009


Ella contesta ¡bueno! cuando yo diría ¿diga?
Se enoja cuando yo me enfado
Llama al mesero mientras yo llamo al camarero
Tiene una regadera en lugar de una ducha
Se va a la alberca cuando yo voy a la piscina
Ella apachurra y yo abrazo
Yo ni tomo ni manejo, y ella hace las dos cosas

Daría lo que fuera por platicar con ella en su cocina, y si fuera posible... que me enseñase el arte del albur.

Hoy... Seis tequilas


Cosas (extraordinarias) que pasan (II)

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un ejemplar de mi PremioPlanetaEnCiernes fue a parar a Lanzarote. Y allí, por circunstancias de la vida, fue leído por dos escritores. Escritores de los de verdad, digo, de los que publican libros, o mejor dicho, se los publican las editoriales.

Hoy he recibido un paquete que, entre otras cosas, contenía sendos libros de estos autores. Y lo que ha dibujado una sonrisa en mi cara ha sido el hecho de abrirlos y encontrarme con una dedicatoria en ambos, de puño y letra de sus creadores.

Si pincháis en sus nombres os llevará a conocer algo más de ellos.

Félix Hormiga me escribe:

"...animándote a que sigas creando ilusiones a través de tus escritos... "

Me dice Elimaida Vargas Paz :

"...te recomiendo que no dejes de soñar con esas cadenas de palabras que dan sentido a tu vida y a la literatura mundial de todos los tiempos..."

¿Qué más puedo añadir a esto?

Los jueves, Sabina (XXIX)

jueves, 27 de agosto de 2009






Si mis ojos miran a derecha y a izquierda, encuentro a gente (a bastante gente, en realidad) que no ha encontrado el "amor a medida" que proclama Sabina en esta canción. Quizás algunos lo tuvieron y lo dejaron marchitar, tal vez otros lo confundieron con pasión, afecto, admiración, con cualquier cosa menos con amor, y seguramente muchos lo tienen arrinconado contra las cuerdas, en alguna esquina anegada del corazón.

Hoy hay dos posit a falta de uno, porque las frases lo merecen.

Hoy... Rebajas de enero



Los jueves, Sabina (XXVIII)

jueves, 20 de agosto de 2009



Hoy no es un jueves de Sabina cualquiera. Tal día como hoy, aunque no era jueves, sino lunes, nació mi primera y única hija, aunque esto último no lo sabía entonces.
Se suele decir que la vida pasa en un soplo, y a tenor de cómo han pasado los 25 años que hoy cumple mi hija, ha sido un soplo bien corto. Mirarla y pensar...¿cómo es posible? es todo uno. En mis malos momentos me da por pensar en lo poco que he hecho en esta vida, pero a la vista está que he criado, y no me ha salido del todo mal, a una hija. Y estoy convencida de que me queda mucho por hacer.

Hoy no podía ser otra canción.

Hoy... Tan joven y tan viejo

Late, corazón

miércoles, 19 de agosto de 2009


Ayer mismo estuvimos hablando un compañero de trabajo y yo un buen rato sobre los trasplantes. La conversación se debió a que su mujer estaba en lista de espera para recibir un corazón. Y digo estaba porque por la noche fue avisada de que hoy recibiría uno, fruto de un donante víctima de un accidente. No deja de ser escalofriante pensar que alguien tiene que morir para que tú vivas.
El corazón nos galopa cuando vemos a la persona que nos hace soñar, llevamos siempre en el corazón a la gente a la que queremos, nos parten el corazón cuando nos traicionan o cuando el desamor entra en él, abrimos nuestro corazón cuando nos desahogamos con alguien cercano y querido, somos todo corazón cuando nos preocupamos de los demás y hacemos el bien, tenemos una espina clavada en el corazón cuando alguien nos hizo daño y no podemos olvidarlo, hablamos con el corazón en la mano cuando lo hacemos sinceramente, y si alguien es cruel o despiadado exclamamos: ¡No tienes corazón!
¡Pobre corazón nuestro! llevamos miles de años haciéndole responsable de que suframos o gocemos por amor. Si éste no llama a nuestra puerta nos convertimos en corazones solitarios y si somos felices tenemos el corazón contento. No hay pareja que se precie que no haya grabado en un árbol o en un papel un corazón atravesado por una flecha con los nombres de los enamorados en cada extremo.
Y sin embargo, para la mujer de mi compañero, su corazón era simplemente un órgano que no le funcionaba. Desde hoy tiene un corazón nuevecito. No sabrá nunca si su anterior propietario sufrió o gozó con él, si se desbocó viendo a la persona amada, si tenía alguna espina clavada, si se lo partieron alguna vez...
Sólo sabrá que a partir de ahora atesorará en su nuevo corazón emociones y sentimientos, como viene haciendo la humanidad desde el principio de nuestros tiempos, pero sobre todo, albergará en él un caudal de agradecimiento hacia la familia de la persona a la que antes perteneció.

Eso por ir a la orilla del río

lunes, 17 de agosto de 2009



Llevo todo el santo día cantando esta canción y no sé el motivo.
O quizás sí.
¡Maldita sea!

Noche Sabinera (II)

domingo, 16 de agosto de 2009



Ana duerme en la habitación de al lado. No, no me he equivocado de post, es que verdaderamente Ana duerme otra vez en la habitación de al lado. La diferencia es que esta vez está en mi casa.

Esta vez no avisamos a Carpo porque la paciencia de su santa esposa tiene que tener un límite, y no nos atrevemos a superarlo. Esta vez no viajé para ver a los músicos de Sabina, los músicos de Sabina vinieron hasta mí. Esta vez, como la otra, disfruté tanto que es tarea imposible poder describirlo.

Esta vez no hubo karaoke, así que Ana se quedó con las ganas de cantar. La organización consideró que si subían diez personas, nueve estarían borrachas, así que todo lo hicieron ellos.

El espectáculo empezaba tarde, a la una de la madrugada, así que Ana y yo nos fuimos a cenar. Bocata de tortilla de patatas para mí, bocata de pincho moruno con espárragos trigueros para ella (cómo se nota la que es de pueblo y la que es de capital)

Sentadas en una plaza, con los pies colgando, masticamos y hablamos a la vez obviando las reglas del protocolo más elemental. ¡A quién le importa el protocolo!

Pancho Varona, tan amable como yo lo recordaba, nos invita a pasar al "camerino". Vuelvo a flipar con el hecho cierto de que yo esté allí con ellos. Reímos y bromeamos. Hace un calor del carajo.

Empieza el concierto. Zumo de neón contra la depresión en primera fila, un verdadero lujo. Canto todas las canciones y me doy cuenta de que en alguna lo hago con los ojos cerrados. Y soy consciente de que las noches sabineras se han convertido para mí en una terrible y maravillosa adicción.

Nos vamos a casa a las cuatro y media de la madrugada, y todavía dejamos pasar un tiempo más sentadas en el suelo de mi terraza, calladas y mirando el cielo. Supongo que cada una tenemos nuestros propios pensamientos. Después caigo en los cálidos brazos de Morfeo (qué bien abraza el condenado) rememorando canciones, sensaciones...

Mi ingrato reloj interno me ha despertado a las nueve menos veinte y ya no ha habido forma ni manera de volver a dormir. No es justo.

¡Ah! casi se me olvida. Ana ligó con un veinteañero y con otro que no sé si llegaba a los 20 (eso sí, con unos ojos azules espectaculares) y yo ligué con una treintañera. Vaya plan.


Los jueves, Sabina (XXVII)

jueves, 13 de agosto de 2009

Casi siempre que una relación acaba, hay ruido.

De indiferencias, de rencores, de remordimientos, de pedalear cada uno en una dirección.

Hay ruido del peso que te quitas de encima, o del que te echas, ruido de ausencias y de portazos, ruido de silencios y despertares a solas.

De tiempo por aprovechar y de tiempo perdido, de dientes apretados, de corazones encogidos.

Hay ruido de armarios vacíos y de futuros llenos, de melancolías color púrpura, de nubarrones, de dolores inexplicables.

Hoy...Ruido

Los jueves, Sabina (XXVI)

jueves, 6 de agosto de 2009

Confieso que más de una vez, y más de una docena de veces, he llorado escuchando esta canción. Creo que todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos estado rozando esa nube negra, cuando no totalmente inmersos en ella. Tiempos fatídicos en los que no ves salida a tus problemas, a tus sentimientos, a tus sueños. Jornadas interminables en las que te regodeas en tiempos pasados que lejos de ser mejores, sólo fueron eso, pasados. Momentos que sólo vemos la soledad, el desamor y la angustia. Que levante la mano el afortunado que no haya tenido la nube negra acomodada en su cama.

La buena noticia es que llega un día que dices ¡ya! y ya está. Abres la ventana de par en par y empujas con suavidad, pero con firmeza, ese pedazo de algodón que vive encima de tu cabeza, hasta que sale volando en busca de otras víctimas. Vuelves a beber ginebra por placer y no por olvidar y el que te da la mano la siente tibia, como deben sentirse las manos.

En cualquier caso, una canción excelente.

Hoy...Nube negra

Hernán Cortés, esquina María Agustín

martes, 4 de agosto de 2009

Ana duerme en la habitación de al lado, con la puerta abierta. Si la pared de enfrente fuese de cristal, podría verla dormir. Si me levantara de este sillón, también podría verla. Yo hace más de una hora que me levanté, pero eso no tiene ningún mérito. Duermo poco y mal. Un vaso verde con mucho hielo contiene mi primera coca cola del día y al otro lado del sofá reposa el segundo tomo de "Con buena letra", de Sabina. Él está presente en casa de Ana tanto como en la mía, así que como en la mía me siento, aunque no sólo por Sabina.
A Carlos lo dejamos anoche en la puerta de su casa a las doce de la noche, con el tiempo justo para que no se convirtiera en calabaza. Antes de eso, cita en Hernán Cortés, esquina Paseo María Agustín, que es un buen sitio para aparcar, según dice Ana. Carlos viene en autobús, sin problemas de aparcamiento, y aparece en el preciso momento en el que Ana y yo calibramos el miembro de un negro que pasa por delante de nosotras. Cosas de las hormonas, nada grave. Carlos nos confiesa que nunca se lo ha hecho con un negro y nosotras le creemos, no sé por qué.
Terraza al aire libre, que con estos calores es lo que apetece. Cerveza para ellos, lo de siempre para mí. Repetimos al cabo de un rato, hay que ver la sed que da tanta conversación, tanta risa. Sorpresa inesperada para alguien en una isla. ¡Qué tonterías digo! naturalmente que es inesperada, valiente sorpresa sería si fuera esperada.
Setenta y tres risas y media después decidimos irnos a cenar. El local es agradable y está casi vacío, pero aún así Carlos elige la última mesa para sentarnos porque teme que nuestras conversaciones exciten a las mesas de alrededor. Y quién sabe de lo que puede ser capaz una mesa excitada. Para ellos vino, para mí agua, y para Ana el único pimiento del Padrón que picaba.
Ana sigue durmiendo, quizás soñando, y el enorme reloj de la pared marca las cinco y cinco. Ya marcaba las cinco y cinco cuando yo llegué ayer. ¿No ha pasado el tiempo? puede ser, el tiempo es relativo.
Tres pisos más abajo están regando, oigo el ruido del agua. No sé si están dando de beber a las baldosas sedientas de la terraza o a las verdes plantas que sonríen agradecidas cuando las gotas humedecen sus raíces. Si cierro los ojos, y sin cerrarlos creo que también, me puedo imaginar dentro de una ducha gigantesca, una enorme catarata que atraviesa las paredes de esta casa, que siento como mia.
Paseamos de noche por una Zaragoza casi desierta. Lunes y Agosto, decimos los tres.
Y los tres nos despedimos con abrazos y la promesa tácita de volver a encontranos, de volver a vernos, de volver a reirnos. Ana y yo volvemos a casa y durante un par de horas hablamos de nuestro tema favorito: la termofusión nuclear.
Mi coca cola, la primera del día, está ya agonizando en el vaso verde y Ana me saluda somnolienta desde la puerta.
Estoy escribiendo en el blog
¿El qué? ¿que estoy durmiendo?
Efectivamente
Y se va a la cocina a preparse un café, el primero del día.

La mujer de rojo

sábado, 1 de agosto de 2009


Tengo un sueño que se repite a menudo: me quedo ciega. Unas veces es de un solo ojo y otras es de los dos, y generalmente vuelvo a la normalidad dentro del mismo sueño. No creo en la interpretación de los sueños, pero reconozco que, más por curiosidad que por otra cosa, la primera vez que tuve este sueño busqué su significado. Nada del otro mundo, significaba que en breve habría cambios en mi vida, normalmente hacia la pobreza. Para eso no tenía yo que consultar sino mi cuenta corriente, vaya adivinos de pacotilla.

Anoche lo volví a soñar, y mucho más claro que de costumbre. Sólo era de un ojo, el derecho, y me desesperaba buscando un espejo en el que mirar lo que podía estar pasándome. Iba de habitación en habitación (había muchas) sin encontrar ninguno. Y yo iba notando como mi ojo se quedaba vacío de vida por segundos. Finalmente, al no hallar donde mirarme, opté por intentar sacar algo que suponía se había metido en el ojo. Saqué una especie de legaña blanca, larga, pegada a las pestañas superiores. Y volví a ver.

A los pocos minutos, o eso pienso yo, ya se sabe que el tiempo onírico difiere bastante con el real, me encontraba hablando con un hombre, que era escritor, y que daba una conferencia sobre su nuevo libro en un teatro. Él se mostraba interesado por mí, cosa que yo no entendía, y me pedía que fuera a su conferencia. Yo me mostraba reticente y ponía mil excusas, pero me decía que fuera a su casa al día siguiente, que tenía dos regalos para mí. Cuando me vio llegar se puso a escribir algo en un papel que metió dentro de su libro y me lo entregó diciéndome que lo leyera cuando me hubiera ido. Además abrió un armario y sacó un precioso vestido, tan rojo como la sangre, con escote palabra de honor y lo puso en mis manos diciéndome que lo llevara puesto mañana para él. Recuerdo haber mirado la etiqueta y ponía que era la talla 3 (que no tengo ni idea de a qué talla europea puede corresponder) y recuerdo haber pensado...¿y por dónde quiere éste que me meta yo este vestidito? Me iba de su casa con el vestido en una mano y el libro en la otra diciéndome a mí misma...¿Por qué rojo, por qué es rojo, por qué es precisamente rojo? (no tengo ni idea de qué tenía que ver el color, no tengo especial fobia al rojo)

Llegaba a algún sitio, no sé a cuál, y miraba el libro y el papel escrito en su interior. Eran palabras de amor hacia mí (de las cuales no recuerdo ni una, pero sé que eran de amor)

El título del libro era "El hombre ciego"

Se aceptan interpretaciones.


Los jueves, Sabina (XXV)

jueves, 30 de julio de 2009



Se conocen, las rodillas les tiemblan a la vez que la voz, les falta el aire, les sobra el mundo. Hasta que llega el desamor. O en el peor de los casos, la indiferencia.

Siempre he pensado y así se lo he hecho saber a más de uno, que prefiero cien veces que me echen de menos a que me echen de más. Lo malo es que en eso tú no puedes elegir.

Real como el mismo amor, devastadora como el mismo hastío.

Hoy... Amor se llama el juego



Los besos que me diste

lunes, 27 de julio de 2009

Cuando pienso en ti me acerco al borde de un acantilado.
Ya ves, yo, que soy incapaz de asomarme desde un quinto piso.
La tenue hierba parece crecer entre los afligidos dedos de mis pies, que tardan en decidir si dar un paso más.
Sería fácil hacerlo desde aquí.
Juntar todos los besos que me diste, envolverlos en un fino pañuelo, hacer un nudo y arrojarlo al mar.
Tendría que poner encima de ellos una piedra para estar segura de que se hundían.
Tal vez una curiosa sirena lo encontrara prendido de un coral, o amarrado en el mástil de un galeón hundido.
No sabría qué hacer con tus besos.
Yo tampoco lo sé.
Pienso en ti sin querer pensarte, y las gaviotas me miran aturdidas y arrullan tu recuerdo.
¡Qué sabrán ellas!
Convoco a tus besos en los huecos de mis nudillos.
Llegan, obedientes y desordenados, a llenar el socavón del alma.
Ambiciono, anhelo, pretendo
Que un día, el menos pensado, me eches de menos

Los jueves, Sabina (XXIV)

jueves, 16 de julio de 2009



Que yo sepa, hay dos canciones de Sabina en las que dice que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Una es "Aún me sé nuestra canción" y otra es la de hoy.

Cierta vez escribí en una fotografía: al lugar donde fui feliz procuraré volver. Supongo que son cosas distintas, supongo que Sabina se refiere al hecho de haber estado en un lugar con alguien que ya no está en tu vida, y que rememorar los olores, las sensaciones, las caricias, las conversaciones y los besos es tan doloroso que es preferible no ir. Algo así como cuando no vuelves a ponerte un pañuelo que alguien te regaló o cuando no vuelves a escuchar una canción que te estremece desde las primeras notas.

¿Qué pensáis vosotros? ¿Hay que volver al lugar en el que se fue feliz?


Hoy...Peces de ciudad




El tercer pensamiento

lunes, 13 de julio de 2009



Iba yo andando por la calle a las seis de la tarde en mi estado habitual de junio a septiembre, es decir, sudando, cuando de pronto un acontecimiento espectacular me ha dejado boquiabierta, estupefacta y turulata. Un semáforo me ha guiñado un ojo. Mi primer pensamiento ha sido que tamaño hecho era producto del calor, fruto de mi calenturienta mente. Sí, la mente también se calienta, como los pies, a veces incluso puede llegar a derretirse cual helado olvidado en el congelador descongelado. En esos casos empieza a segregar ideas y sensaciones por las orejas, y si no estás atenta, acaban introduciéndose en las clavículas a través de los sudorosos hombros. Es peligroso, pero no mortal, sólo tienes que colocarte en un sitio fresco y aireado durante 24 horas seguidas y vas notando cómo van recorriendo el camino a la inversa, dejando un profundo halo de frescor allá por donde van pasando. Las ideas salen enseguida pero con las sensaciones hay que tener paciencia. A menudo se hacen las remolonas y parece que disfrutan entreteniéndose a jugar con venas y arterias mientras tú esperas agitada que se decidan de una vez. Y es que, sin las sensaciones, la vida es de un hastío insoportable. Todas tienen su puntito, incluso el miedo, que es una de las que menos me gustan.

Mi segundo pensamiento ha sido que por fin los agoreros que me vaticinan hace años que me voy a volver loca de tanto pensar, habían acertado. Pensamientos turbios, resbaladizos, excitantes, pensamientos comprometidos, amenazadores, danzantes, todos reunidos en cónclave para decidir que su dueña ya ha pensado todo lo que tenía que pensar en esta vida y que lo mejor será que se enmarañen alrededor de una camisa de fuerza de color pistacho.

Pero no, ni una cosa ni la otra. Finalmente he caído en la cuenta de que estaba contenta, y que mi chalado semáforo había caído arrobado por esa circunstancia. Unos segundos de guiño para hacerme saber que desde ese preciso instante se hacía cómplice de mi vida. Un tierno adlátere de ojos verdes, como los míos.