Los jueves, Sabina (XXV)

jueves, 30 de julio de 2009



Se conocen, las rodillas les tiemblan a la vez que la voz, les falta el aire, les sobra el mundo. Hasta que llega el desamor. O en el peor de los casos, la indiferencia.

Siempre he pensado y así se lo he hecho saber a más de uno, que prefiero cien veces que me echen de menos a que me echen de más. Lo malo es que en eso tú no puedes elegir.

Real como el mismo amor, devastadora como el mismo hastío.

Hoy... Amor se llama el juego



Los besos que me diste

lunes, 27 de julio de 2009

Cuando pienso en ti me acerco al borde de un acantilado.
Ya ves, yo, que soy incapaz de asomarme desde un quinto piso.
La tenue hierba parece crecer entre los afligidos dedos de mis pies, que tardan en decidir si dar un paso más.
Sería fácil hacerlo desde aquí.
Juntar todos los besos que me diste, envolverlos en un fino pañuelo, hacer un nudo y arrojarlo al mar.
Tendría que poner encima de ellos una piedra para estar segura de que se hundían.
Tal vez una curiosa sirena lo encontrara prendido de un coral, o amarrado en el mástil de un galeón hundido.
No sabría qué hacer con tus besos.
Yo tampoco lo sé.
Pienso en ti sin querer pensarte, y las gaviotas me miran aturdidas y arrullan tu recuerdo.
¡Qué sabrán ellas!
Convoco a tus besos en los huecos de mis nudillos.
Llegan, obedientes y desordenados, a llenar el socavón del alma.
Ambiciono, anhelo, pretendo
Que un día, el menos pensado, me eches de menos

Los jueves, Sabina (XXIV)

jueves, 16 de julio de 2009



Que yo sepa, hay dos canciones de Sabina en las que dice que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Una es "Aún me sé nuestra canción" y otra es la de hoy.

Cierta vez escribí en una fotografía: al lugar donde fui feliz procuraré volver. Supongo que son cosas distintas, supongo que Sabina se refiere al hecho de haber estado en un lugar con alguien que ya no está en tu vida, y que rememorar los olores, las sensaciones, las caricias, las conversaciones y los besos es tan doloroso que es preferible no ir. Algo así como cuando no vuelves a ponerte un pañuelo que alguien te regaló o cuando no vuelves a escuchar una canción que te estremece desde las primeras notas.

¿Qué pensáis vosotros? ¿Hay que volver al lugar en el que se fue feliz?


Hoy...Peces de ciudad




El tercer pensamiento

lunes, 13 de julio de 2009



Iba yo andando por la calle a las seis de la tarde en mi estado habitual de junio a septiembre, es decir, sudando, cuando de pronto un acontecimiento espectacular me ha dejado boquiabierta, estupefacta y turulata. Un semáforo me ha guiñado un ojo. Mi primer pensamiento ha sido que tamaño hecho era producto del calor, fruto de mi calenturienta mente. Sí, la mente también se calienta, como los pies, a veces incluso puede llegar a derretirse cual helado olvidado en el congelador descongelado. En esos casos empieza a segregar ideas y sensaciones por las orejas, y si no estás atenta, acaban introduciéndose en las clavículas a través de los sudorosos hombros. Es peligroso, pero no mortal, sólo tienes que colocarte en un sitio fresco y aireado durante 24 horas seguidas y vas notando cómo van recorriendo el camino a la inversa, dejando un profundo halo de frescor allá por donde van pasando. Las ideas salen enseguida pero con las sensaciones hay que tener paciencia. A menudo se hacen las remolonas y parece que disfrutan entreteniéndose a jugar con venas y arterias mientras tú esperas agitada que se decidan de una vez. Y es que, sin las sensaciones, la vida es de un hastío insoportable. Todas tienen su puntito, incluso el miedo, que es una de las que menos me gustan.

Mi segundo pensamiento ha sido que por fin los agoreros que me vaticinan hace años que me voy a volver loca de tanto pensar, habían acertado. Pensamientos turbios, resbaladizos, excitantes, pensamientos comprometidos, amenazadores, danzantes, todos reunidos en cónclave para decidir que su dueña ya ha pensado todo lo que tenía que pensar en esta vida y que lo mejor será que se enmarañen alrededor de una camisa de fuerza de color pistacho.

Pero no, ni una cosa ni la otra. Finalmente he caído en la cuenta de que estaba contenta, y que mi chalado semáforo había caído arrobado por esa circunstancia. Unos segundos de guiño para hacerme saber que desde ese preciso instante se hacía cómplice de mi vida. Un tierno adlátere de ojos verdes, como los míos.

Los jueves, Sabina (XXIII)

jueves, 9 de julio de 2009

Los que disfrutamos de y con Sabina solemos alardear de que siempre encontramos una canción apropiada para nuestro estado de ánimo. Dos frases llevan martilleando mi cabeza todo el día. Y mire usted por donde, las dos están en esta canción.

Va por ti.

Hoy... Yo también sé jugarme la boca

Delante de la cámara, delante de la vida

lunes, 6 de julio de 2009

Dentro de un par de horas me marcharé a ver cómo empieza a hablar mi padre después de que se oiga ¡acción! en su tercer día como protagonista de un corto.
Mientras echaba su partida diaria al billar, dos chicas fueron a su encuentro y le contaron que iban a rodar un corto cerca de allí y que alguien les había hablado de él. Mi padre es actor aficionado de obras de teatro (yo lo llamo titiritero) desde que se jubiló y la verdad es que lo hace francamente bien (y no es pasión de hija). Antes de enfermar dejó el teatro, junto con mi madre (ella también es titiritera) porque ya se cansaban. Mucho estudio de los diálogos y mucho ensayo, que les privaba de hacer otras cosas.
La historia de la peliculilla trata sobre un señor mayor (en realidad trata sobre un viejo, pero cualquiera se lo dice a mi padre) que se ha quedado viudo recientemente y está bastante amargado, solitario, encerrado en sí mismo, huraño con todos. Al pueblo llega una mujer con su sobrina, una niña de ocho años, que enseguida hace migas con el viejo. Sólo ella consigue sacarlo de su cascarón y después de muchas conversaciones, se hacen amigos. Me preguntó qué hacía al respecto y yo le pregunté qué quería hacer, aunque ya sabía la respuesta.
El miércoles le dieron a mi padre su octava sesión de quimio, el viernes murió otra vecina de sillón y el sábado se puso en la piel de un viejo acabado. Pero él no está acabado. Me lo demuestra cada día.

Los jueves, Sabina (XXII)

jueves, 2 de julio de 2009




Un viejo le contó al subcomandante Marcos cuando éste era un niño que lo que diferenciaba una mujer cualquiera de "la mujer" que te estaba predestinada, era la respuesta que ella daba si a él le dolía una muela. En el primer caso lo mandaría al dentista, en el segundo lo acogería en su regazo, lo mimaría y haría lo imposible por aliviarle el dolor.
Al subcomandante Marcos le dolía una muela y además tenía querencia por una mujer. Supo que Sabina andaba por México y le escribió una carta rogándole que le escribiera una canción a esa muchacha, y le adjuntó un poema escrito por él.
Ese poema es la primera parte de esta canción.
No tengo ni idea si el tal subcomandante es considerado un payaso o un líder en su tierra, supongo que habrá detractores y simpatizantes, como siempre. Particularmente me da igual si lo escribió él o el tío Gilito, lo único que puedo decir es que no me canso de escuchar esta canción.
Al fin y a la postre, una canción para un hombre enamorado.

Hoy... Como un dolor de muelas