Los jueves, Sabina (XIV)

jueves, 30 de abril de 2009



¡Que viva la Vargas, carajo!


Hoy... Por el bulevar de los sueños rotos


Una de vampiros

miércoles, 29 de abril de 2009




-Mami ¿estás sentada?
-¿Qué te pasa?
-Nada, no te asustes, es que...quiero que me compres un libro
-¿Que no me asuste? Sal de ese cuerpo, engendro maldito, y devuélveme a mi hija
-Muy graciosa, mami, muy graciosa

Os puede parecer exagerado, pero no, en casi 25 años es la primera vez que mi hija me dice que le compre un libro. Así que no es de extrañar mi reacción. Ojiplática a la par que emocionada me ha dejado.

Y qué libro ha sido merecedor de semejante honor, os preguntaréis. Y si no os lo preguntáis es lo mismo porque os lo pienso contar igual.

Crepúsculo

Sí, esa misma. Una novela romántica de vampiros destinada al público adolescente, escrita por una estadounidense y que ha sido ya traducida, entre otros, al alemán, al húngaro, al sueco, al japonés, al chino, al turco, al ruso, al coreano y al español. Por cierto, que leí que hay dos versiones del libro en español, uno peninsular (sic) y otro latino estándar. Y que ha sido llevada al cine con el mismo éxito, o mayor si cabe. Por cierto, a ver si alguien de allende los mares nos despeja la duda de cómo es el latino estándar, que yo al menos tengo curiosidad.

Me ha faltado tiempo para ir a la librería después de salir del trabajo. Una oportunidad así no sé yo si volveré a encontrármela en mucho tiempo. La librera me ha dicho que había perdido la cuenta de los crepúsculos que había vendido, aunque para mí eso no sea sinónimo de que es un buen libro. Aún recuerdo "El código DaVinci". No había conversación donde no saliera a relucir lo interesantísimo que era y lo que te enganchaba su lectura. Todo el mundo lo había leído o lo estaba leyendo o lo iba a leer. A mí me lo regalaron y como no podía ser menos, lo leí. Todavía no había llegado a la mitad del libro y ya me dí cuenta de que, en mi orden de preferencias, jamás iba a estar "El código DaVinci". No me gustó nada, mucho ruido y pocas nueces.

Así que no sé si lo de "Crepúsculo" es algo parecido. ¿Alguien lo ha leído y le ha gustado? lo digo porque ya que lo tengo en casa y que soy 17.50 euros más pobre... habrá que amortizarlo.

¿Qué es la necesidad?

viernes, 24 de abril de 2009

Ayer alguien me preguntó si estaba necesitada. Necesitada sexualmente, se entiende. Se guió para tamaño interrogante por la notita que puse al final de la canción de Sabina. Esta mañana, después de una noche sin deshacer la cama, en la que el insomnio me acunó en sus magníficos y yermos brazos, zarandeándome, cruel, en cuanto veía que cerraba los ojos, me he despertado pensando en lo que significa la necesidad. Así, en genérico, como los medicamentos blancos.
Desde tiempos inmemoriales circula una pregunta típica y tópica: ¿Qué te llevarías a una isla desierta? viendo las respuestas de la gente te puedes hacer una ligera idea de sus necesidades. O de la horinzotalidad de su encefalograma. Puedo aceptar, aunque me chirríen los dientes, que alguien diga crema solar, gafas de sol y bikini, porque supongo que estando morenita el tema de llevarte algo al estómago es secundario. Y tampoco me parece mal que alguien diga que una lámpara con un genio dentro, al menos se lleva su imaginación y si cree en la existencia de esas lámparas lo más seguro es que también piense que puede bajar una cohorte de ángeles celestiales que le traigan fruta fresca en una bandeja cada día. Y un mojito para acompañarla. Pero que alguien diga (y no me lo invento) que se llevaría unas raquetas de tenis, es para dudar de la inteligencia del ser humano. Unas raquetas, en plural. A ver, tontoligo ¿qué parte de isla desierta no has entendido? ¿con quién vas a jugar al tenis si sólo estás tú? una de tres, o se lleva dos raquetas para tener repuesto cuando se le rompa la primera de tanto jugar contra la tercera piedra empezando por la izquierda, o cree que será capaz de que la pelota le espere suspendida en el aire hasta que él vaya al otro lado de la cancha dibujada en la arena y así sucesivamente, o piensa reproducir la especie consigo mismo y esperar a que el retoño crezca para enseñarle a jugar.
Bien, pues hay otra pregunta igual de típica y tópica: ¿Sin qué no podrías vivir? y ahí sí, ahí sí que ya llegamos a la conclusión de que, efectivamente, eso de que el hombre se diferencia de los animales en la inteligencia, es una falacia. Aquí las respuestas son algo más amenas: sin música, sin mi perro, sin dormir la siesta, sin ordenador, sin café, sin vacaciones, sin sexo, sin irme de tapas, sin libros, sin mi consola, sin ir al gimnasio, sin móvil...
Yo he llegado a oír en respuesta a esa pregunta: Uish, yo no podría vivir sin brillo de labios. Estamos de acuerdo en que todos tenemos unas necesidades que no tienen que coincidir con las del vecino, pero... ¿brillo de labios?
Pero... ¿de verdad son necesidades? yo podría decir, haciendo una alarde de idiotez, que no podría vivir sin cocacola, pero que prueben a hacerla desaparecer del mapa y veremos si puedo o no puedo. Hace años le dije a una persona que la necesitaba, me contestó que no era verdad y el tiempo le ha dado la razón, porque a la vista está que no he muerto sin ella. Mi vida no se ha consumido devorada por la necesidad, como yo erróneamente suponía.
Estoy convencida de que abusamos del verbo necesitar. Solemos agarrarnos a cosas y especialmente a personas que son meros accesorios en nuestras vidas y que en la mayor parte de los casos son espejismos, algo que crees ver, que necesitas creer que ves, pero que desaparece en cuanto te acercas lo suficiente.
Así que para saciar la increíble curiosidad de mi anónimo comunicante le diré que no, que no estoy necesitada.
Y ahora os dejo porque necesito una ducha.

Los jueves, Sabina (XIII)

jueves, 23 de abril de 2009



Hoy no podría ser otra.

Hoy... Que se llama soledad


El patito feo

domingo, 19 de abril de 2009


Supongo que a estas alturas todo el mundo ha oído hablar de Susan Boyle, una estrafalaria y poco agraciada ama de casa escocesa de 47 años. Susan se presentó al casting del concurso Britains Got Talent diciendo que quería ser cantante profesional, y todas, absolutamente todas las personas que la miraban esbozaron una sonrisa irónica interiormente (y algunos exteriormente también)
¿Dónde se creerá que está esta mujer? ¿en un concurso de paletos? ¿47 años? pero si es más vieja que el hilo negro. Y con esa cara y esas pintas... anda, que nos vamos a reir bien a su costa.

Y todas, absolutamente todas las personas que la miraban, abrieron la boca asombradas en cuanto empezó a cantar. Yo también la abrí. No creo que haya oído una voz así en mi vida. No me da vergüenza confesar que me emocioné. Me emocioné por dos motivos, el primero porque si existen los ángeles y si los ángeles cantan, deben hacerlo peor que Susan. El segundo motivo es más personal, mientras la escuchaba cantar, completamente maravillada, pensaba que a menudo necesitamos que otras personas nos digan lo bien que hacemos algo para creérnoslo, no sale de nosotros mismos confiar en nuestro talento. Solemos meternos en un agujero cuando alguien nos dice palabras ofensivas o desagradables y a veces incluso pensamos que tienen razón en pensar así. Tapamos el agujero echándonos tierra encima y deseando que oscurezca pronto para que nadie tenga que ver lo vulnerables que somos.

Susan, que pasaba su tiempo entre dar de comer a sus gatos y hacer la compra y que confiesa azorada que jamás la han besado, hoy tiene al mundo entero rendido a sus pies. Seiscientas mil personas se declaran fans suyos en un grupo de Facebook y el video de su actuación va por más de veinte millones de visitas. Un sueño imposible siquiera de imaginar porque nunca había cantado en público. Han tenido que pasar 47 años para que esta mujer se decidiera a dar a conocer su don. La pregunta que yo me planteo es cuántos llevaría cantando si hubiera confiado en sí misma, si alguien hubiera acercado sus labios a los suyos una noche cualquiera, si una sola persona hubiera sido capaz de hacerle entender que la belleza exterior es pasajera pero que su voz será inmortal.

Sin lugar a dudas, Susan Boyle se ha convertido en el más bello cisne.

Quejidos en la noche

viernes, 17 de abril de 2009



6.30 de la mañana. Un dolor violento y fortísimo en la pierna me despierta. Tardo unos segundos en darme cuenta de que estoy teniendo un calambre muscular en el gemelo. Vamos, lo que vulgarmente llamamos que se me sube la bola. Arrastro como puedo la pierna y toda yo por la cama para intentar sentarme en el borde, mientras una sinfonía de ayes y uffes me acompaña en la operación. Que duele mucho ¡eh!

6.30 de la tarde. Llego de trabajar y le comento a mi hija que ya me puedo morir que ella no se entera (exagera, que algo queda) y que si no había oído mis quejidos.

¡Ah! ¿eran quejidos? he pensado que estabas teniendo un sueño erótico.

Mi carcajada ha debido oirse hasta en Plutón.

Los jueves, Sabina (XII)

jueves, 16 de abril de 2009





Casi todos los días escucho esta canción. Y como suele pasar con la mayoría de las canciones (excepción hecha del chunda-chunda) depende con qué pie te hayas levantado le sacas un jugo u otro. Con la de hoy me pasa algo muy curioso, hay días que estoy convencida de que habla de un amor recién nacido, en el que todo está por descubrir, cuando estás embelesado hasta las pestañas y te duele el pericardio si no escuchas su voz; y sin embargo hay días que veo claro que a lo que le canta es al amor reposado, cuando ya se pasaron las primeras prisas por recorrerse de arriba abajo mutuamente, y que es ya de tanta confianza que basta una mirada para saber con certeza que no te equivocaste. Y todavía tengo una tercera opción. Pudiera ser que esté dedicada a una relación turbulenta que acabó y expresa lo diferente que es el día a día sin ella (o sin él)

Lo sé, lo sé, pienso demasiado. ¿Qué diríais vosotros?

Hoy... Ahora que

Cosas (extraordinarias) que pasan

viernes, 10 de abril de 2009

Como todo el mundo sabe ( o sea, una docena) en noviembre pasado gané el PremioPlanetaenciernes. Tengo una amiga que es amiga de un amigo del director de una academia de cine en Madrid, en la que los futuros directores de cine aprenden lo que sea que tengan que aprender para dirigir una película. Aparte de las asignaturas lógicas, ruedan cortos para después presentarlos a concursos (incluso a los Goya)
Mi amiga le mandó el relato por mail para que le echara un vistazo, porque ella consideraba que estaba perfecto para un corto. Yo le dije que estaba lela si creía que le iba a contestar. Y le contestó, le contestó que le había gustado mucho y que lo tendrían en cuenta. Yo le dije que estaba lela si creía que lo iban a tener en cuenta, que eso lo había dicho por quedar bien. Ella me echó un sermón (vamos, los que me echáis siempre los demás) de que no confiaba en mí misma y que tal y que pascual.
Hoy me han llamado para decirme que han empezado a hacer el guión para rodar el corto basado en mi relato.
Chicas, id comprando los trajes de noche para el estreno.

Los jueves, Sabina (XI)

jueves, 9 de abril de 2009



No existen las casualidades. ¿O son los errores los que no existen?

Seis años. Más de 2.000 días, que se dice pronto.

Acepto. No puedo hacer otra cosa, excepto aceptar.

¿Has visto "El mismo amor, la misma lluvia"? Yo sí.

E=mc2. Menudo listo el de la lengua fuera.


Hoy... Juegos de azar



En brazos de Graham

martes, 7 de abril de 2009



Llueve. Ha llovido toda la noche. Las pérfidas gotas se incrustan a propósito entre las ranuras de la persiana de mi dormitorio, impidiéndome conciliar el sueño. Culebrean para desasirse del cristal y silabean cuando lo consiguen, triunfantes. Zsssss, zsssss, zsssss. Se escurren por el alféizar de la ventana consiguiendo que esté más pendiente de ellas que de las sábanas. Cierro los ojos. Zsssss, zsssss, zsssss.

De repente me entran ganas de saber la hora que es. Unas ganas tremendas, inconmensurables, lujuriosas. La sabría si no hubiese guardado en el armario empotrado el radio reloj que me regalaron en navidad, pero sus enormes números verdes me hipnotizaban. Completamente hechizada, acomodaba mi almohada lo más cerca posible de sus brazos fluorescentes para ir contando los segundos que me restaban de sucumbir a la completa oscuridad.

Si alargo el brazo y enciendo la lámpara de la mesilla me desvelaré por completo, lo sé. Pero conocer esas cifras se convierte en obsesión. Entorno los ojos. Zsssss, zsssss, zsssss.

Las tres y veinte. Ya está hecho, no pude evitarlo. Cojo el primer libro de los tres que descansan paralelos a mi cabeza y lo abro por donde el marcapáginas de Tenerife me indica que lo dejé la noche anterior. María está durmiendo entre sábanas revueltas después de haber hecho el amor con Graham. Menuda paradoja. Me encantaría hacer el amor ahora para luego dormirme como María. Graham también duerme, exhausto. Todos duermen menos yo.

Después de veinte páginas me obligo a apagar la luz. Mis ojos tardan en acostumbrarse a la penumbra y sigo viendo el fantasma del libro en mis manos. Zsssss, zsssss, zsssss. Esas malditas gotas deberían cambiar de ritmo.

Abro las piernas y los brazos abarcando la cama entera. Los cierro y los vuelvo a abrir. Hago un ángel en la nieve, sin nieve.
Tiro a María de la cama de un empujón y la sustituyo al lado de Graham. Quizás él no note la diferencia. Le paso el brazo por el torso y apoyo mi cabeza en su pecho. Intento escuchar pero no oigo nada, su corazón no late. Lógico, teniendo en cuenta que no tiene corazón. Mejor así, el ronroneo de su respiración sin duda me distraería de lo que pretendo. Tal vez me duerma si consigo que Graham me abrace. ¿Si consigo? puedo hacer con Graham lo que quiera. Y ahora quiero que me abrace.

Diferentes números desfilan por mi cabeza, se acercan y se alejan, se hacen gigantes y diminutos, se entrelazan, se superponen, se desdoblan. Me acurruco al lado de Graham. Estoy a punto de dormirme, lo noto.

Zsssss, zsssss, zsssss. Tengo que acordarme de escribir esto mañana. Espero que María no me guarde rencor.

La regla de cuatrocientos

viernes, 3 de abril de 2009



Esta mañana me contaba un compañero de trabajo que a su hija mayor le había venido su primera regla. Y todavía no ha cumplido los once años. Yo no sé a qué ingeniero se le encargó la estructura fisiológica de la mujer, pero se cubrió de gloria. Además, en ese aspecto estamos exactamente igual en el siglo XXI que en la edad de Piedra. ¿No hay un departamento de revisiones y reciclaje de menstruaciones? Vamos a ver...

Hace siglos la mujer estaba embarazada año sí y año también, por lo que entre pónte bien y estáte quieta, que me preño, que le doy la teta, que me vuelvo a preñar, que me muero de tifus o de un catarro mal curado y no llego a los 35, podían tener como mucho 100/150 reglas en toda su vida. Pero hoy en día tenemos muchos menos hijos, los amamantamos mucho menos, la regla se nos adelanta y la menopausia se nos retrasa, por lo que, según estadísticas, las mujeres tenemos del orden de 400/450.

Voy a hacer un pequeño resumen de lo que pasa en nuestros cuerpos todos los meses desde los doce a los cincuenta años (año arriba, año abajo) Ni que decir tiene que para los hombres (que alguno visita este blog, que yo lo sé) será una lectura apasionante. Bueno, quizás así se planteen desterrar para siempre una frase que les suele venir a pelo cuando no saben por dónde les vienen los tiros : ¿Estás con la regla o qué?

Todos los meses, las mujeres fértiles ovulamos. El único óvulo que se libera de los ovarios estalla y sale por la pared del ovario, para viajar por las trompas de falopio y llegar al útero. Esto tarda alrededor de cinco días y es durante este tiempo cuando nos encontramos en el periodo más fértil (dicho de otra forma, cuando tenemos más posibilidad de quedar embarazadas)

La capa que rodea al útero se llena de sangre. ¿Para qué? muy sencillo. Supongamos que un espermatozoide con ganas de juerga se encuentra con un óvulo distraído. Tras unas palabras para romper el hielo, va directo y le suelta...¿en tu casa o en la mía? y va y lo fertiliza. En ese caso, el óvulo después de la impresión (el espermatozoide la despachó en cinco minutos) se tiene que sujetar en algún sitio para no caerse y ahí es donde entra el útero. Como sus paredes están más gruesas por la sangre, se adhiere a ellas.

Si resulta que el espermatozoide no ha andado fino, todo ese tejido que recubría al útero se elimina aproximadamente 14 días después de que el óvulo saliera por primera vez. Y así empieza la menstruación, que dura de promedio cinco días.
Cada etapa del ciclo es bombardeada literalmente con hormonas y sustancias químicas que se producen en los ovarios, pero también en el cerebro.

Y al siguiente mes... vuelta a empezar.

Los síntomas de semejante bombardeo continuado son variados. A algunas mujeres sólo les apetece chocolate, a otras les cambia el humor y se irritan con facilidad, otras lloran por motivos tan peregrinos como que no tienen un boli rojo para subrayar, y a otras se les inflama el estómago, o se les acentúa el asma. Muchas experimentamos en algún momento anemia ferropénica debida a los sangrados y algunas (unos 150 millones) presentarán una endometriosis, que viene a ser algo así como que el tejido que se suelta con el flujo menstrual se instala en sitios que no le corresponde y allí se queda a vivir, haciendo callo. Esto provoca un dolor tremendo al tener relaciones sexuales y por supuesto, menstruaciones dolorosísimas.

Y todo esto...400 veces. Que no, hombre, que no, que por mucho que digan, esto no puede ser bueno para el cuerpo. Que despidan al ingeniero ¡ya!
Como anécdota puedo contar que a mí me vino la regla por primera vez a los doce años (el día del padre para ser más exacta) y que al decírselo a mi madre, ésta me dijo lo mismo que decían la mayoría de las madres de aquellos años:
Primero: ya eres una mujer
Y yo pensé lo mismo que pensábamos la mayoría de las chicas cuando nos decían semejante frase: una mujer? ¿y antes qué era? ¿una lavadora?
Segundo: ahora ya puedes tener cuidado con los chicos
Pero no me aclaró en qué sentido debía tenerlo. Suerte de amigas que tenían hermanas mayores.


Los jueves, Sabina (X)

jueves, 2 de abril de 2009



Esta canción la cantamos a dúo Ana y yo en su casa una hora antes de marcharnos a la noche sabinera. Yo era la que no se acordaba si tenía marido y ella era el que me quitaba con arte el vestido. La grabamos en el pc con música y todo. Una vez terminada, los hados se confabularon para que mi preciosísima voz (emoticón de me meo y de ojos como platos, todo junto) no se legara a la posteridad.


Hoy... Peor para el sol