La jugada imposible

viernes, 27 de febrero de 2009



Anoche me hicieron la más excitante propuesta de mis últimas décadas. Y no, no era sexo. No voy a desvelar la proposición en sí, baste decir que para una Sabinera sería como tener un tête à tête con el bombín de Joaquín, o incluso mejor. Y dije que no.

Cuando estaba pensando en escribir esta entrada me ha venido a la mente Isabel Allende. En realidad en lo que he pensado es en la contraportada de uno de sus libros. No sé vosotros, pero yo conozco exactamente el lugar que ocupa en las estanterías de mi casa cada uno de los libros que poseo. Éste está el primero empezando por la derecha en la balda de abajo. Se titula Afrodita, Cuentos, Recetas y Otros Afrodisíacos. Le he dado la vuelta y he leído...

"Me arrepiento de los platos deliciosos rechazados por vanidad, tanto como lamento las ocasiones de hacer el amor que he dejado pasar por ocuparme de tareas pendientes o por virtud puritana, ya que la sexualidad es un componente de la buena salud, inspira la creación y es parte del camino del alma... Por desgracia me demoré treinta años en descubrirlo..."

Con ser mala mi negativa, no es lo peor, lo peor es que sé que me voy a arrepentir de la misma forma que se arrepiente la escritora de otras cosas, aunque yo no sé decirlo como ella.

Sería sencillo parapetarme detrás de cualquier banal excusa, es un día laborable, no tengo tiempo, luego no podré rendir en el trabajo, qué se yo, algo que sonara razonablemente creíble. Pero la única, cruel y devastadora verdad es que me da miedo. No ese miedo que te paraliza cuando estás a una altura considerable sin protección, ni ese miedo que te asalta cuando tus hijos son adolescentes y salen de noche, ni ese miedo que se instala a veces al alba en tu cama para jugar una partida de ping pong con tu soledad. Es un miedo diferente, mucho más tangible, si es que no es una locura pretender tocar el miedo. Cuando llevas años sin quererte a ti misma, el hecho de que decenas de ojos desconocidos se posen en ti y te radiografíen por dentro y por fuera, te anquilosa y te inmoviliza de la peor manera posible, encerrándote en una cárcel de la que no hay fianza que te saque, y aunque la hubiera, la única llave de la celda que existe la escondiste tan profundamente que ni tú misma la encuentras.

Los jueves, Sabina (V)

jueves, 26 de febrero de 2009


Para mi gusto esta canción tiene un ritmo demasiado rápido, en mi opinión le iría mejor uno más lento, más pausado, más acorde con la letra. Y entonces sería una canción perfecta para bailarla agarradita a alguien.

Creo que los chavales de hoy en día se están perdiendo algo especial no disfrutando del baile lento en las discotecas. A mí siempre me encantó bailar, me parece una especie de comunión con la otra persona, una antesala, un querer sin tener, un ven que yo voy, un eres mío y soy tuya, un vertiginoso giro erótico, en definitiva.

Ahora mismo recuerdo dos o tres bailes impresionantes de películas. El primero en "Los puentes de Madison", en la cocina de Francesca, también en "Ghost" con una fabulosa "Unchained Melody" de fondo (por Dios, lo que pude llorar en esa escena las tropecientas veces que he visto la película) y por último en "El hombre que susurraba a los caballos", con un increíble Robert Redford subiendo la mano por la espalda de su compañera de baile. Ahora que lo pienso... los tres bailes son con parejas imposibles, en la primera y en la última ellas están casadas, y en Ghost él está muerto (más imposible... imposible) ¿Casualidad? ¿o quizás es por ese motivo por el que los bailes están tan absolutamente llenos de sensualidad?

Pero me desvío del tema, que es Sabina. Una canción también bastante antigua, pero que sigue y seguirá estando vigente.

Hoy... Incluso en estos tiempos


Siempre nos quedará París

martes, 24 de febrero de 2009


Hay un programa en TeleAragón titulado "Aragoneses por el mundo", que trata precisamente de eso, de aragoneses que viven en otros países, por trabajo o por amor, principalmente.
Un reportero va a verles y ellos le enseñan la ciudad en la que viven, le cuentan el motivo que les llevo allí y le muestran cómo es su día a día en un país que no es el suyo, aunque la mayoría ya lo tiene adoptado.
Yo procuro no perdérmelo y me sigo sorprendiendo en cada emisión de la valentía de la gente que deja atrás ciudad, familia, amigos, cultura y raíces para embarcarse en una tremenda aventura, la mayor parte de las veces sin conocer apenas el idioma.
Los que más asombro me causan, a la par que una ternura infinita, son las personas que conocen en su tierra a alguien de otro país y cuando él o ella decide regresar, ellos deciden a su vez que le seguirán allá donde vayan. Eso es amor, y lo demás tonterías. Inconsciencia, lo llamarían otros.
A mí me encanta viajar, aunque no lo he hecho demasiado. Cuando tenía dinero, mi entusiasmo no era compartido por quien debía, y ahora que soy dueña de mi tiempo y de mis silencios no tengo pasta. Así que el uno por el otro, la casa sin barrer.

Hace cinco años me fui sola de vacaciones por primera vez en mi vida. No me fui muy lejos, menos de 700 kilómetros, a una ciudad costera del norte. Desayunaba, comía, cenaba y dormía sola. Y me encantó. Me levantaba temprano, salía a la calle y simplemente cruzándola me encontraba de frente al mar. Me quitaba las sandalias y caminaba por la orilla de la playa, permitiendo que las atrevidas olas jugasen con los dedos de mis pies y encontrándome solamente con gente solitaria como yo, que hacía ejercicio, o jugaba con su perro. A veces me sentaba en la arena durante un buen rato sin hacer otra cosa que mirar el horizonte, otras buscaba el ángulo perfecto para hacer fotografías y otras, las menos, me lamentaba mentalmente de tener que disfrutar de toda aquella belleza en soledad.
Me encantaría conocer París, la ciudad de la luz, pasear por su boulevares, sentarme en una de las terrazas de sus encantadores cafés, desayunar sus croissants, mezclarme con la gente y sentirme de allí. Aunque me temo que París no es una ciudad para visitar a solas.
Por cierto, la fotografía que encabeza esta entrada es mía, de aquellas vacaciones de hace cinco años.

Una lista de cosas

domingo, 22 de febrero de 2009




Los cuentos con final feliz
Los anillos de madera
Los abanicos
Los pasos silenciosos en la noche
Las letras juntadas
Los pañuelos desechables
Los paseos otoñales
El pan nuestro de cada día
Los pistachos
Las viñetas de Mafalda
Los abrazos apretados
Las lágrimas sueltas
Los secretos incofesables
Los cantos de sirena
Los semáforos en verde
La letra eñe
Los segundos interminables
El tiramisú
Los piratas
Los recuerdos compartidos
Los orgasmos
La vuelta de la esquina
Los reflejos de la luna
Las librerías
Las caracolas varadas en la arena
Las tortillas de gambas
Las cucharadas de ternura
Las nubes teñidas de rojo
Las conversaciones de madrugada
Los mares, aunque no sean del Sur
Las canciones de Sabina
Las leyes del deseo
Los lunes contigo

Cosas que hacen que la vida valga la pena.

Los jueves, Sabina (IV)

jueves, 19 de febrero de 2009



Esta canción ya tiene unos años, casi veinte, pero es de las que más me gustan. Ya avisé que tenía muchas preferidas.
Sobre ella circulan algunos rumores, por ejemplo que la chica a la que está dedicada la canción desapareció en los tiempos de la dictadura argentina. También se decía que estaba dedicada a Cecilia Roth, la mujer de Fito Páez, y que de ahí venía lo de "Enemigos íntimos" pero esto es menos creíble puesto que la canción pertenece a "Mentiras piadosas", muy anterior a su relación con Fito.
Particularmente creo que es simplemente una canción de amor, o de desamor, depende de cómo se mire. Alguien que te ha envuelto en su magia y ha significado la vida para ti, de repente desaparece como desaparece el agua por las alcantarillas cuando llueve. Y te quedas ausente, sin valor, sin ganas...
Yo os recomendaría que la escuchaseis con los ojos cerrados, porque el video no le hace justicia a esta tremenda canción. Ese ramalazo de tango, esas frases lapidarias, esa música perfecta...

Hoy... Con la frente marchita



Donde las dan, las toman

miércoles, 18 de febrero de 2009


Supongo que esta plaga la sufrimos todos. A mi casa llaman puntualmente cada día a las siete y media de la tarde, bueno... es la llamada que yo escucho porque a esas horas ya he vuelto de trabajar, pero sé que llaman también antes porque queda grabado el número. Lo del número es un decir, porque siempre es un número privado o no disponible o algo así. Da igual la empresa que sea (suelen ser de telefonía) porque todas molestan : Telefónica, Orange, Vodafone, Ya.com...
Últimamente también está muy de moda que llamen de las compañías de seguros. A mí una vez un "talento" me quiso vender un seguro de vida aduciendo que todos nos tenemos que morir algún día. Anda que se quedó calvo con el slogan.
Yo hace tiempo que opté por no coger el teléfono cuando veo que es un número privado. Pero no se cansan nunca, oye. Si no estás hoy estarás mañana, deben pensar. Y mañana otra vez al ataque.
Que sí, que reconozco que para el que hace el trabajo no tiene que ser plato de gusto que le den con el teléfono en las narices cuatro de cada cinco llamadas, pero es que son muy pesadicos, mucho. Y no les basta con que les digas que no te interesa lo que te ofrecen, quieren saber por qué no te interesa, cuándo te va a interesar, dónde te interesa más y quién te interesa menos.
Sé de gente que contesta y le dice al teleoperador de turno...un momentito, por favor. Y se van a cenar. Otros que les ponen música estridente...y se van a cenar.
Pero lo de este video se lleva la palma. Escuchadlo hasta el final, por favor, que no tiene desperdicio.

Vecinos de sillón

viernes, 13 de febrero de 2009


Ir a menudo a un hospital no tiene ninguna ventaja. O yo no se la veo. Si al menos dieran un vale de salud cada x visitas... Algo así:

El portador de la presente queda inmunizado durante seis meses para virus, bacterias y bichos varios terminados en coco y oma.

Entonces ya irías con otra alegría, digo yo.

Hoy nos hemos encontrado con la madre de una amiga mía de la infancia, viuda desde hace un par de años, que se ha puesto a relatarnos casi por órden alfabético todas sus dolencias.
-Venga, Pilar, si desde que te conozco, y va para cuarenta años, siempre has estado mala.
-Claro, pero ahora más
-Nos ha jodío mayo. Pues como el resto de los mortales.

Y como si con lo suyo no fuera suficiente, nos ha contado la agonía de su marido, lo mal que lo pasó con la quimio y todos los pormenores de su sufrimiento. Y todo eso minutos antes de que a mi padre le metiesen un chute en vena de cuatro horas.

Una vez dentro de la sala de torturas, ha salido una señora de hablar con el médico que llevaba en las manos un montón de sobres y botellitas.
-Parece que viene usted del supermercado del medicamento ¡eh!
La mujer no me ha entendido la broma, pero le he dado pie a que me contase el calvario que estaba padeciendo con su marido y todos los síntomas y efectos secundarios que éste estaba sufriendo

Hay que ver lo dados que somos los seres humanos a contar nuestras miserias a los demás.

Por otra parte, creo firmemente que entre vecinos de sillón, como yo los llamo, se establece una relación especial.
-¿Y usted de dónde es? ¿Y dónde lo tiene?
Como si estuviesen hablando de un grano, oye.

Hoy el vecino de sillón de mi padre, que además de compartir grano comparte nombre con él, se ha sacado del bolsillo un bocata de jamón.
-¿Quiere usted la mitad?
Y mi padre, que últimamente a cualquier cosa que sea comestible dice que sí, le ha contestado.
-Venga
Y ahí estaban ambos, jalando a dos carrillos y contándose batallitas, mientras el veneno corría vena abajo vena arriba, para vérselas con el oma de cada cual.

Hay que ser de una pasta especial, no me cabe la menor duda.

Los jueves, Sabina (III)

jueves, 12 de febrero de 2009




Llevo con Sabina un montón de años. Siempre encuentro una canción acorde con mi estado de ánimo. Lo bueno que tienen sus canciones es que puedes acoplarlas a tus sentimientos, apropiártelas, hacerlas tuyas y encontrar similitudes con tu vida, aunque no fueran creadas para tal fin.

A veces te da por pensar si alguien que te amó se acuerda alguna vez de ti.
A veces te da por pensar que nunca te acuerdas ya de alquien a quien amaste.

Hoy...Donde habita el olvido.

Una gota de amor

martes, 10 de febrero de 2009


Érase una vez una gota de lluvia que no encontraba su lugar.

Probó suerte para mojar la tierra. Se apuntó a la siguiente tormenta de verano, programada para dos días después. Sus compañeras le habían contado que no había sensación tan gratificante para una gota como refrescar un suelo cuarteado por la sequía. La avisaron de que tenía que estar pronto en la convocatoria para coger un buen sitio para salir de las primeras, pero ese día se entretuvo hablando con otra gota y cuando llegó a la fila no había opción de escoger. Terminó cayendo en el paraguas floreado de una señora malhumorada que la llevó con prisas de aquí para allá y que acabó sacudiéndola con fuerza sobre el asfalto. Desilusionada, se evaporó y volvió a su nube.

Otro día fue a una tempestad en el mar, pero le dio mucho miedo. También habían acudido sus primos, los truenos y los relámpagos, y desde pequeña les temía. Los primeros la asustaban con su manía de gritar tanto para hacerse notar y a los segundos les encantaba llamar la atención iluminándose como un presuntuoso árbol de Navidad. Nada que ver con ella.
Las otras gotas de lluvia disfrutaban en noches así, sobre todo si encontraban en su camino algún barco. Se unían a sus hermanas, las gotas de mar, y salpicaban con fuerza a los marineros, cegándoles. Completamente empapados, intentaban quitárselas de encima para poder distinguir alguna luz amiga que les guiase, pero cuanto más se empeñaban ellos en despojarse de las gotas, más insistían éstas en dificultarles la labor. La gota diferente era tranquila, sensible, de buen corazón, y no le gustó la experiencia.

Días más tarde fue a una piscina. Cuando todas las gotas terminaron de caer, un conjunto de chiquillos penetró en ellas con sus alborozados gritos. Los niños palmoteaban en el agua y se la mandaban deprisa de unos a otros utilizando las manos y los pies. La gota disfrutó bastante yendo de un lado a otro mojando la piel de los crios, que rieron entusiasmados durante mucho tiempo; pero cuando ellos se fueron y la quietud se adueñó de la piscina, comprendió que tampoco estaba destinada a eso.

Pasaban los meses y la gota seguía siendo diferente a las demás. Había llenado embalses, regado bosques y utilizada para bebida de animales. Se había dejado caer en ciudades y pueblos, en carreteras y caminos, en ventanas y cristales. Pero nada de eso había conseguido que estuviera satisfecha y languidecía pensando que jamás encontraría lo que estaba buscando.

Cierta noche estaba mirando sin interés cómo las otras gotas de lluvia caían sobre Madrid y de repente algo llamó su atención. Dos personas estaban de pie, sin protegerse de ellas, muy cerca la una de la otra. Parecía no importarles que resbalaran por su pelo y sus ropas, diríase por su forma de mirarse que ni siquiera eran conscientes de ello. Adivinó enseguida lo que iba a pasar y en ese preciso momento tuvo la certeza de lo que quería ser. Se preparó para salir y apuntó bien. Mientras caía iba modificando su trayectoria, no mucho, lo suficiente para ir a parar al sitio adecuado, al idóneo, al perfecto. Se posó suavemente en el labio superior de la mujer un instante antes de que la boca de los dos se acoplara. Se mezcló con la saliva de ambos, y mientras se deslizaba por sus lenguas, en una lucha en la que no había ni vencedores ni vencidos, pensó que por fin había encontrado su lugar.

Ya no se consideraba una gota diferente, ahora era y sería ya por siempre, una gota de amor.

De cómo se destroza un libro

viernes, 6 de febrero de 2009


Anoche vi la película basada en uno de los libros que se encuentran entre mis favoritos. Como suele ser habitual, la peli te deja un regusto amargo, como de no haber captado la esencia de lo que quería decir el autor. Es normal que no puedas resumir en un par de horas todas las conversaciones, todos los matices, todos los giros, y sobre todo, toda la imaginación que envuelve un libro que te gusta. Pero es que en este caso, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El libro en cuestión se titula El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez; lo he leído tres veces, y sé que no me he despedido de él. En él se retrata el amor intemporal, el que siente Florentino Ariza por Fermina Daza desde que la ve en su casa siendo un chaval hasta que por fin la consigue, después de 51 años, nueve meses y cuatro días. No importa que ella se case con otro, que estén alejados por miles de kilómetros, que en la cama de él entren y salgan continuamente mujeres de todas las edades dispuestas a darle amor a Florentino y que él sólo usa para olvidar a Fermina, algo que no consigue con ninguna de ellas. El libro rezuma interés, esa cosita que te incita a estar con el dedo preparado para pasar la página, te atrapa, te engulle y sufres con el sufrimiento de él y amas como ama él.

En la película no se han cuidado esos detalles, no me ha trasmitido nada de eso, no he visto a Javier Bardem como Florentino Ariza ni un minuto, y eso que su actuación estuvo más que decente, no te inclina a pensar que el amor tiene los mismos síntomas que el cólera, que en el libro lo resalta a cada paso, no me emocionó, no me conmovió, en realidad me dejó fría. ¿Cómo se puede coger una historia del calibre de El amor en los tiempos del cólera y destrozarla de esa manera?

Ahora no estamos en los tiempos del cólera, ahora nos encontramos en los tiempos de internet, en los tiempos en los que tenemos prisa por y para todo, en los tiempos en los que no tenemos paciencia ni ganas de esperar para nada...

En estos tiempos...¿sería posible esperar más de cincuenta años por amor?

Los jueves, Sabina (II)

jueves, 5 de febrero de 2009






Esta canción es una de las que más me gustan de Sabina. Bueno, me parece que cada semana voy a decir lo mismo, porque tengo tantas preferidas que ya he perdido la cuenta.
Y además podemos "disfrutar" del flaco hace unos cuantos años, cuando era flaco de verdad y su voz sonaba muy distinta a como suena ahora. En realidad esto último me da igual, aunque sólo narrara las canciones me seguirían gustando.

Creo que cualquiera en un momento dado hemos pensado lo que dice el título, momentos de melancolía, de estupor, de nostalgia, de extrañeza por lo que nos pasa, de desilusión, en fin... todo un cúmulo de sensaciones y sentimientos encerrados en una canción.

Hoy... ¿Quién me ha robado el mes de abril?


¿Y si me apunto?

martes, 3 de febrero de 2009


Me estoy planteando muy seriamente apuntarme al gimnasio. Me parece que la última vez que pisé uno no se habían inventado ni los ipod ni los pendriver ni los mp3 ni los 4. O sea, mucho.
Recuerdo, eso sí, que mientras yo sudaba cual marsopa en el desierto de Gobi, había nenas que parecían recién salidas de un instituto de belleza, incluso algunas maquilladas y todo y por supuesto, sin una gota de sudor. Mientras yo hacía mis cuarenta abdominales siempre maquinaba una manera distinta de hacerlas sudar. Embadurnarlas de mantequilla y ponerlas bajo un foco de mil watios o meterlas en la sauna con veinte estufas, por ejemplo. Me las imaginaba con todo el rimmel corrido y con los pelos pegados a la cara y era feliz.
¿Y la vestimenta? esa es otra. Que sí, mujer, que todos los del gimnasio sabemos que estás rebuena, que no hace falta que vengas con un mini pantalón enseñando medio culo y con una camiseta tan ceñida que casi es raro que te deje respirar.
Eso es algo que me frena a la hora de apuntarme al gimnasio. Sí, ya sé que cada uno va a su bola y que al que no le guste que no mire, pero es que hay algunas (y algunos también, para qué negarlo) que posan su mirada en ti, de arriba abajo y de abajo arriba y menean la cabeza como diciendo...pero, señora, no se gaste el dinero tontamente, si de donde no hay no se puede sacar.
Por otro lado estoy en tan baja forma que si me subo en una elíptica (eso tampoco existía cuando yo iba al gimnasio) a los dos minutos, si llego, se me va a salir el corazón por la boca, y a lo mejor incluso el hígado. Y ya me veo a la de la camiseta ceñida moviendo la cabeza...si eso ya se veía venir. Y eso no ¡eh! gorda pero con orgullo ( y con mucho sentido del ridículo)
Pero, claro, pongamos que esta racha de cuidarme con la comida me dura un tiempito. Si no hago ejercicio me podré hacer una bufanda con la carne que me cuelgue (y no especifico de dónde para no herir la sensibilidad de los lectores) y va a ser peor el remedio que la enfermedad.
Así que...admito sugerencias, posibilidades, consejos...